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¡Bravo Pavo¡ – Frank «El Pavo» Hernández (2000)

El timbal es un instrumento que siempre ha estado cercano a mis afectos, quizá donde me siento más a mis anchas, más alegre y festivo. Lo disfruto mucho y trato de aprender de cada timbalero que veo. Siento que me falta mucho para alcanzar el nivel que quisiera, pero no he desistido. Sigo aprendiendo, paso a paso, a mi ritmo. Siempre he dicho que mis tres grandes referencias a la hora de ejecutar el timbal provienen de tres figuras fundamentales en el instrumento: Tito Puente, Manny Oquendo y, el nuestro, Francisco Hernández Valarino, mejor conocido y reconocido como El Pavo Frank.

Cuando veía al Pavo Frank ejecutar la batería haciendo Onda Nueva o Jazz era ya una cosa fabulosa, con mucha energía y dominio del instrumento, la maestría en el ritmo destilada en tantos años de recorrido musical. Sin embargo, cuando lo veía ejecutar el timbal era un espectáculo aparte, un verdadero maestro del instrumento, siempre con ejecuciones de alto nivel, pulcras, con mucha sabiduría y una cuota de sabor que siempre sobrepasaba cualquier expectativa. Un par de muestras de todo esto son los discos Latinos de Etiqueta y Bravo Pavo, siendo este último el que hoy es protagonista de estas líneas.

Cuando este disco salió a la venta en el año 2000 se convirtió en uno de mis favoritos. Ya desde hace unos cuantos años había seguido la carrera del nativo de Villa de Cura y conocía de su llegada a Caracas a los 12 años de edad, de su participación en las orquestas de Aldemaro Romero, Willy Pérez, Chucho Sanoja, Habana Cuban Boys, Pedro José Belisario y Luis Alfonso Larraín, entre otras agrupaciones. Pero no eran solo esos los pergaminos del maestro Hernandez. Alrededor de 1958 viajó a Nueva York con el fin de ampliar sus conocimientos musicales y probarse en la gran manzana. Bajo la tutela de Henry Adler hizo estudios avanzados de batería paralelamente a tu trabajo con algunas orquestas lo llearían a dar el salto a tocar con figuras como Randy Carlos, Tito Puente, José Fajardo, Pérez Prado y Mongo Santamaría. El Pavo estaba en el cénit de la música latina por mérito y derecho propio. Luego, de nuevo en Venezuela, el Pavo formaría parte de la Orquesta de planta de CVTV, así como su gran aporte la creación del patrón rítmico para batería de la Onda Nueva, junto a su compadre y amigo Aldemaro Romero.

Este disco nos muestra a Hérnandez en los terrenos del Latin Jazz, nutrido de su experiencia tanto con grandes figuras de la música como con su propia orquesta. ¡Bravo Pavo! es un ejemplo de cómo se lidera una orquesta teniendo al timbal como protagonista. Un disco con arreglos interesantes y coloridos, sólidos y cargados de sabor que permiten que cada integrante de la agrupación tenga espacio para mostrarse, así como la presencia de los imprescindibles solos de timbal con mucha maestría, pulcritud, solidez, sabor y respeto por el instrumento, elementos que siempre caracterizaron al Pavo Frank en cada una de sus intervenciones.

¡Bravo Pavo! es una verdadera cátedra del Latin Jazz, un disco alegre, festivo, de esas producciones donde uno quisiera haber participado. Y sí, una de mis fuentes de inspiración así como para muchos colegas que hemos encontrado en el timbal una ruta a seguir. Este disco siempre me acompaña, es parte vital de los senderos que transito, es fuente de inspiración. Es un disco al cual acudo con mucha frecuencia donde siempre hallo luces que me indiquen el camino a la hora de tomar las baquetas y enfrentarme al timbal.

Seguimos en clave.

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Mambo Diablo – Tito Puente and his Latin Ensemble (1985)

Corría la década del 70. En aquella época en que recibía la Educación Primaria, solía tomar los lápices y golpear el pupitre como si se tratase de un timbal. Lo malo de esto era que lo hacía en plena clase con nuestra Seño Giselita, lo cual siempre traía como consecuencia un regaño de la maestra o un manotazo de alguno de mis compañeros del salón para que dejase el ruido y la clase pudiese continuar. Obviamente, ni el regaño ni el golpe estaban entre mis opciones favoritas. Sin embargo, dentro de los vericuetos de esa masa llamada cerebro el sonido era diferente al emanado por los golpes de los lápices en el pupitre. En mi mente, me veía en medio de un escenario, enfrentado al timbal, en plena descarga, tal y como lo hacía Tito Puente en la televisión y en los discos que, hasta ese entonces, había podido escuchar. Y desde esa época viene mi admiración por el maestro Tito Puente.

Con los años fui descubriendo que su título de Rey del Timbal o Rey de la Música Latina fue forjado por su aporte como timbalero, vibrafonista, director, arreglista, compositor, entre otras facetas y aportes musicales, hicieron que Tito Puente ocupase un trono perpetuo por derecho y mérito propio: Su inconfundible sonido curtido durante tantos años, el traslado del timbal desde el fondo hacia el frente del escenario para hacerlo protagonista, su visión de la música latina y la frescura de sus ejecuciones, arreglos y composiciones durante más de 100 grabaciones le hicieron merecedor de ese trono. Obviamente, existen muchas más virtudes, pero enumerarlas todas harían interminable esta nota.

Con el paso del tiempo, han sido muchos los discos del maestro Puente que siempre están rondando mi memora, y “Mambo Diablo” (1985) es uno de mis favoritos. Es uno de esos discos que se quedan con uno, que cada vez ofrecen mayores razones para seguir estando en un lugar de privilegio, a pesar de todo el tiempo transcurrido. Aquí se mostraba a un Puente con mucha frescura, dinámico en sus intervenciones tanto en el timbal como en el vibráfono y la marímba, siempre flamboyante, con todo el brillo necesario desde la altura de un trono que forjó sus bases en la calidad y en su particular y perdurable sonido, virtudes, entre otras, que siempre colocaron a Puente en otra dimensión. Clásicos como el inmortal Take Five de Paul Desmond o Lulaby of Birdland de George Shearing – interpretado al piano por su propio compositor – se muestran con un rostro más cercano al caribe, demostrando como el jazz puede acercarse a otros territorios, o lo que es casi lo mismo, la permeabilidad que el jazz ofrece al que quiera acercarse a sus predios. Es un disco imprescindible, determinante y una de las joyas del Latin Jazz. Y si le dan una lectura a los créditos del disco encontrarán nombres importantes como Sonny Bravo, Johnny «Dandy» Rodríguez, Jimmy Frisaura, Bobby Rodríguez, José Madera, Mario Rivera y Ray González. Un lujo de banda, sin dudas.

Siempre que me enfrento a un timbal o cada vez que escucho este disco, recuerdo aquella época de mi niñez golpeando los lápices sobre la tabla de algún pupitre, hecho que he venido haciendo continuamente desde la Primaria, pasando por mi época de estudiante universitario hasta el día de hoy en mi escritorio. Creo que ese grado de inquietud vino inscrito en mi código genético, y todos sabemos que esas cosas no cambian. Sin embargo, al tomar las baquetas y poner a sonar la pailas, siempre me viene a la memoria el recuerdo de grandes timbaleros, y el maestro Puente es uno de ellos.

Nos vemos pronto, mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.