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Rican/struction – Ray Barretto (1979)

¿Cuántos discos son fundamentales o imprescindibles en tu colección? En mi caso son muchos los discos que considero imprescindibles, bien sea por su trascendencia en lo musical, por el significado que tienen en mi vida, por el momento en que esa música ha llegado a mis oídos o por la inspiración que estos puedan ofrecerme para levantarme y segur adelante después de un tropiezo. Y algunos tienen la particularidad de cumplir con todas esas características. En mi caso, los pasos se fueron dando a través del tiempo. Era mi época de adolescente, por allá por 1980, y aunque en mi entorno había una gran influencia del rock, mi amor por la salsa seguía siendo fuerte (lo cual no ha cambiado con los años). Apenas iniciaba el bachillerato y seguía reuniendo cada semana para comprar un par de discos al mes. Siempre era difícil escoger ante tantos buenos discos que salían a la venta. Recuerdo que una tarde fui a comprar un par de discos en La Carabobeña, discotienda que estaba ubicada en la cale comercio de Valencia. Luego de revisar detenidamente la sección de salsa, salí con mi compra: Rican/Struction del maestro Ray Barretto.

Al llegar a casa me fui directo al equipo de sonido que papa había comprado en aquel entonces. Destapé el disco y comencé a escucharlo. Si bien ya había escuchado discos de Barretto como Indestructible o Barretto Power, entre otros; este disco tenía un sonido diferente a lo que me había acostumbrado, un tanto progresivo, como una suerte de renovación de ese sonido poderoso que Ray Barretto nos había ofrecido en producciones previas dentro de la salsa. No era extraño escuchar un disco con ideas novedosas siendo Barretto un músico que siempre tuvo la vanguardia y la evolución como estandartes, con una marcada influencia del Jazz y otras tendencias. Además, en este disco aparecían los nombres del pianista y arreglista Oscar Hernández y el timbalero Ralph Irizarry, quienes le aportarían nuevas ideas al sonido de la orquesta. Por otra parte, Barretto volvía a juntarse con el sonero Adalberto Santiago, el vocalista más representativo que tuvo el rey de las manos duras en su orquesta.

Este disco representó una muestra de superación personal contra la adversidad: Barretto venía de producir dos trabajos para el sello Atlantic que no tuvieron la difusión esperada, lo cual afectó notablemente a Barretto. Además, un accidente automovilísico generó una lesión en una de sus manos, lo cual le impedía tocar. Sin embargo, Barretto encontró la cura en la acupuntura, en un largo proceso de terapia que duró casi dos años. Todo eso fue superado por Barretto, de modo que cuando se sintió listo para volver a la música nos presentó esta obra imprescindible de la música latina.

Cada vez que escucho Rican/Struction sigo impresionándome como en aquel momento cuando compré el disco en 1980, sobre todo con la capacidad de Barretto para estar al frente, para señalar caminos, para estar en la vanguardia, para reinventarse y propiciar una verdadera reconstrucción de su carrera musical. Con esta producción, Barretto nos mostró de qué estaba hecho y que aun la fuerza indestructible estaba de su lado. Este es un disco para disfrutarlo de principio a fin, con arreglos novedosos y muy bien logrados. En definitiva, un disco que se ha convertido en imprescindible en mi colección.

Hay muchas más cosas que se pueden hablar sobre este disco. Sin embargo, es una producción que habla por sí misma.

Seguimos en clave…

DISCOS

Metiendo Mano! – Willie Colon Presents Ruben Blades (1977)

Hace unos días estaba caminando por el centro de Valencia, Venezuela. Aunque la ciudad ha cambiado mucho, el bullicio sigue siendo protagonista del día. Muchas personas transitan las aceras para ir al trabajo, hacer algún trámite o realizar la faena diaria. Yo seguía caminando, haciendo un par de diligencias en el centro. Mientras pasaba por la esquina de la Av. Díaz Moreno con la calle Independencia, veía hacia el edificio donde residieron mis abuelos durante unos cuantos años. Me detuve a observar y a tratar de hacer un par de fotos. Rapidamente, la memoria hizo de las suyas con mucha más rapidez de lo acostumbrado y vino a mi mente el recuerdo de un episodio que marcó mi amor por la salsa.

Era una tarde del año 1977 en mi ciudad natal. No preciso el mes, mi memoria no llega a ser prodigiosa e infalible. Creo que fue un día viernes o sábado. Estaba sentado en el balcón del apartamento de mis abuelos en el centro de Valencia. Allí , después de hacer las tareas, pasaba las tardes leyendo o escuchando música, bien fuese en mi tocadiscos Sanyo o en un pequeño radio de transistores. En aquel entonces, pese a que había también una suerte de invasión de la música disco, yo me inclinaba más hacia la salsa. A pesar de mi corta edad, me identificaba más con las canciones que sonaban en la radio, de modo que disfrutaba un mundo escuchando a Ismael Rivera, Ray Barretto o a La Dimensión Latina, por nombrar solo algunos exponentes del género. Así, cada mes compraba uno o dos discos de salsa y veía a esos artistas en los programas maratónicos que se transmitían los sábados. Así era la cosa en los tiempo que ni siquiera sonábamos con cosas parecidas a internet.

Sin embargo,ese año empezó a sonar en las emisoras una canción cuyo coro rezaba

Camilo Manrique falleció, plantacion adentro camará

y que los locutores de la época la presentaban como Plantación adentro interpretada por Willie Colón y Rubén Blades. Bien, de tanto escuchar a esa dupla que hacía una salsa diferente, le dije con mucha insistencia a mi abuela que fuésemos a la discotienda que quedaba en la planta baja del edificio a comprar ese disco. Efectivamente, el disco estaba allí, y en cuya carátula aparecía Rubén Blades vestido de boxeador y Willie Colón haciendo las veces de entrenador levantando la mano enguantada de Blades. Tanto le insistí a mi abuela que tomó el disco, lo pagó y me lo dió. Sí, mi abuela siempre fue cómplice y partícipe de mi amor por la música y la lectura. Regresamos al apartamento y me fui directo a mi viejo tocadiscos y puse a sonar el disco. Recuerdo que si bien me gustaba mucho todo el disco, hubo una canción que me sirvió como detonante de la reflexión: Pablo Pueblo. Esa canción la sonaba una y otra vez, y hasta le dije a mi abuela que ese cantante decía cosas que los demás no llegaban a decir. Mi abuela me veía y sonreía mientras me decía que yo estaba aun muy pequeño para andar pensando en esas cosas. Pero nada, no dejaba de pensar en la reflexión que ese tema comenzaba a hacer en mi pensamiento, lo cual fue el punto de partida para seguir los trabajos posteriores de Rubén Blades.

Metiendo mano! es un disco que me ha acompañado desde entonces. Es un disco muy solido donde el Caribe se muestra amplio, abierto, pero también reflexivo y con la denuncia presente. Previamente, Blades venía de pasar un tiempo en la orquesta de Ray Barretto, participando en los discos Barreto (1975) y Tomorrow Barreto Live (1976), aunque también grabó el tema El Cazanguero en el disco The Good, The Bad, The Ugly de Willie Colón con Héctor Lavoe y Yomo Toro. Además, ya Blades se había mostrado como un solvente compositor para artistas como Richie Ray, Ismael Miranda y el propio Ray Barretto, entre otros.

Para este disco, Blades aportó 4 temas de su autoría: Pabo Pueblo, La Maleta, Fue Varón y Pueblo, donde ya el panameño nos mostraba lo que sería una línea dentro de sus composiciones: La denuncia social, la vida del barrio así como las realidades y lo cotidiano de la vida de cualquier habitante del gran Caribe. Cada historia hecha canción podía ubicarse perfectamente en cualquier barrio o esquina de latinoamérica. El disco presentaba temas como Según el color de Félix Hernandez, La Mora de Eliseo Grenet, el bolero Me recordarás de Frank Domínguez, Lluvia de tu cielo de Johnny Ortíz y el gran éxito del disco como lo fue Plantación adentro de Tite Curet Alonso.

Sin embargo, la música también ofrece un gran peso específico en esta producción. Siempre he pensado que Willie Colón es un gran músico, productor y arreglista que supo formar una orquesta capaz de aportar el sonido necesario para realzar cualquier producción, para muestra están los discos que realizó junto a Héctor Lavoe, pero eso es tema para otro texto. En este disco Colón aportó su sello desde el trombón,arreglos y dirección musical, liderando una orquesta donde destacaban los nombres de Milton Cardona, José Mangual Jr, Salvador Cuevas, José «Professor» Torres, Nicky Marrero, Lewis Kahn, Leopoldo Pineda, Yomo Toro y Angel «Papo» Vasquez, entre otros. Una orquesta sólida, con todo el peso y sabor necesario para que la voz y las letras de Blades pudiesen encontrar seguro asidero.

Es un disco que me acompaña desde ese entonces, que aun lo considero vigente, importante, y ha marcado el punto de partida de mi gran admiración y respeto por Rubén Blades, a quien considero un artista fundamental del Caribe por derecho y mérito propio. Y así, luego de revivir los hechos casi en el lugar de los acontecimientos, muchos recuerdos volvían a aparecer, y recordaba cada vez que veía a un Pablo Pueblo regresando a su casa, aquel hijo del grito y la calle que salía a buscarse la vida. De esta forma yo recordaba las horas escuchando la salsa que siento como propia y que me ha dado tantas cosas buenas, y la dulce sonrisa de mi abuela invitándome a seguir adelante y a nunca dejar de creer en lo que hago. Solo pido tener suficiente talento y salud para poder tocar con Rubén Blades algún día, o tener la oportunidad de entrevistarlo.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Rubén Blades – Maestra Vida (1980)

Era un día sábado, Papá y yo entrábamos a una discotienda del centro de Valencia, eso fue por allá por 1980. Como ya era habitual y es algo que ya lo he dicho en textos anteriores, lo primero que hacía era irme directamente a la sección de salsa a ver qué conseguía. Me puse a revisar y habían discos de Ray Barretto, Johnny Pacheco, Dimensión Latina y un par de discos de Rubén Blades que se llamaban Maestra Vida (Primera y segunda parte). Inmediatamente los tomé y pensé que si Metiendo mano y Siembra me habían gustado mucho, estos dos discos titulados Maestra Vida no serían la excepción. Mostré los discos a Papá y me dijo «Llévalos, te los regalo«, luego de meditarlo unos cuantos segundos. Total, entre Papá y yo siempre existió eso de regalarnos discos.

Al llegar a casa me fui corriendo al viejo equipo de sonido «3 en 1» a disfrutar de mis discos nuevos. Nada como quitarle el celofán al disco y disfrutar del olor a nuevo y descubrir si el disco traía un folleto adicional con las letras. Al abrir los discos, la caratula tipo álbum se desplegaba y tenía en su parte interior las letras, los protagonistas y los créditos de todos los que participaron en el disco, eso ya lo hacía diferente. Y, bueno, eran discos de Blades, y como lo dije anteriormente, teniendo como referencia sus trabajos anteriores, estos deberían ser «un palo«, como decimos nosotros. La música se encargaría de decir el resto.

Apenas empezaba a sonar el disco la experiencia comenzaba a diferenciarse con respecto a los discos anteriores de Blades. Orquesta completa, cuerdas, momentos sonoros, un narrador y los personajes de Quique Quiñones, Rafael Da Silva y Carlitos «Lito» Quiñones. Luego, una historia que se me asemejaba a muchas que pueden suceder en cualquier población de nuestra latinoamérica. De entrada el ambiente era el barrio, un barrio latino, con todo lo que ello implica, sus alegrías y dolores, sus penas y amores, con todas las historias que la cotidianidad escribe a su paso. Y estos discos eran una suerte de película donde el sonido y la música se encargaban de formar las imágenes en mi cerebro, como si nuestra mente fuese una gran pantalla de cine donde Blades escribía una crónica sobre algunas situaciones de la vida y la inevitable llegada de la muerte. Sí, eran discos muy diferentes a lo que ya el panameño nos tenía acostumbrados, pero siempre dentro de los niveles de calidad musical, conceptual y de contenido que han caracterizado sus producciones. Así me aprendí cada una de las canciones y la historia de Manuela y Carmelo, de su juventud, de la llegada del amor y su soledad en la vejez, todo lo que nos enseña esta gran maestra como lo es la vida.

Muchas veces soñé con ver a Rubén Blades junto a una gran orquesta sinfónica haciendo la obra completa, en el mismo espíritu del disco. Fueron 32 años de esperar un encuentro entre Blades y una orquesta capaz de asumir el reto. Y sucedió en Venezuela, un 22 de julio de 2012 en la Base Aérea La Carlota en Caracas, siendo un lujo que la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y la Orquesta Latinocaribeña Simón Bolívar hayan sido las encargadas de la música de Blades, y todos bajo la dirección del maestro Gustavo Dudamel. Increíble, ¿verdad? Recuerdo que apenas supe del evento llamé a mi amigo Rafael “Papino” Rivero – melómano salsero y uno de los hermanos que he encontrado a través de la radio – y le comenté, inmediatamente nos anotamos en el combo que íbamos desde Valencia a presenciar el concierto.

Sí, el concierto fue fabuloso, grande, poderoso, muy emotivo, con una gran demostración del gran nivel y profesionalismo de los músicos venezolanos pertenecientes a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y a la Orquesta Latinocaribeña Simón Bolívar. Luego de 32 años regresé al momento en que abrí los discos en 1980, cuando me enfrenté por vez primera a una obra que considero fundamental para cualquiera que ostente la ciudadanía del Caribe. No hay dudas, Maestra Vida sigue siendo un vehículo para reflexionar ante la vida y sus vaivenes, un vivo retrato de las cosas que pueden suceder en nuestro vecindario, en nuestra casa, en este gran barrio que llamamos El Caribe, en cualquier casa o esquina de latinoamérica.

Valió la pena esperar 32 años para disfrutar del arte hecho letra, música y contenidos, con la magnitud que requiere una obra fundamental y que aun sigue vigente. Ha sido uno de los conciertos más emotivos que he tenido la oportunidad de presenciar, más cuando se trataba de una obra creada por uno de los artistas que más admiro.

Gracias, Rubén. Gracias a la música que me sigue alimentando. Y gracias infinitas a Papá por haberme regalado esos discos.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Beethoven’s V – Markolino Dimond with Frankie Dante. Guest Star – Chivirico ‎

Decir que me gusta la salsa es quedarme corto, en mi caso la salsa va más allá de un gusto personal. Es una música que siento como propia y que vivo día a día, es una parte importante de mi historia. Llegué a la salsa cuando apenas era un niño y desde esa época se ha alojado de manera permanente en mi gusto personal, aunque siempre entra en eterna disputa con el Jazz por la supremacía en mi gusto personal. Sí, la salsa buena siempre ha estado presente en los momentos buenos y en lo que no han sido tan buenos como quisiera. Aunque, más allá de las etiquetas que existen, lo que siempre persigo y valoro es la buena música, y eso es un punto de honor.

La buena música no cree en cuentos, mucho menos en modas, la buena música permanece, trasciende al tiempo, y Beethoven’s V (Cotique, 1975) es una prueba de ello. Aquí se conjugan sabor, elegancia, calle y un gran caudal de sabor. Y más allá de todo eso, es un disco al que siempre acudía cada vez que se presentaba una rumba en tiempos pasados, y hoy se ha vuelto imprescindible entre mis títulos de la salsa, es uno de esos discos que siempre está en mis alforjas. Las razones son muchas. Empecemos por el piano de Markolino Dimond, el cual siempre sonó diferente, poderoso, elegante, derrochando clase en los solos y con una dosis alta de sabor, sin nada que envidiar a otros pianistas del genero. Era un músico autodidacta y poseía un sonido y un sentido del montuno muy particular, bajo la influencia de Eddie Palmieri, Pedro Justiz “Peruchin” o McCoy Tyner. Sí, Markolino corría en otro lote, estaba en ora dimensión como pianista, mezclaba barrio y academia, calle y salón, un pianista realmente único, diferente. Frankie Dante era el otro elemento fundamental en este disco. Un cantante cargado de las mañas y características que provenían de la calle, el cual incorporaba fuertes rasgos de excentricidad y el correspondiente sabor de la esquina y el callejón. Aun con las limitaciones que algunos le atribuyen, era el cantante adecuado para ese disco, un cantante fuera de lo común que combinaba muy bien con las ideas de Markolino Dimond. Sin embargo, la voz de este disco no fue solo de Lenin Francisco Domingo Cerda, nombre de pila de Dante, sino que este disco contó con la participación especial de Chivirico Dávila. Oriundo de Villa Palmeras, Santurce, Puerto Rico, Rafael «Chivirico» Dávila Rosario fue el tercer elemento clave de esta producción. Dávila siempre se movió con soltura como sonero, aunque destacó con clase en la interpretación del bolero y también haciendo coros para diversas producciones de la salsa. La llave vocal estuvo hecha a la medida para desarrollar los temas que conformaron esta producción como Maraquero, ¿Por qué adoré?, Los Rumberos y Sabrosón, enre otros. Y si revisan los créditos, encontrarán nombres muy importantes , no solo dentro del mundo de la salsa.como Nicky Marrero , Pablito Rosario, Frank Malabe, Mike Colazzo, Eddie “Guagua” Rivera, Louis Kahn, Renaldo Jorge, Barry Rogers, Randy Brecker, Lou Soloff, Junior Vazquez, Yayo el Indio, Ismael Quintana y Pete «Conde» Rodríguez.

Beethoven’s V es un disco e culto, imprescindible, fundamental para comprender el fenómeno de la salsa, y sigue siendo uno de mis favoritos por muchas mas razones que las que he expuesto en estas líneas. Así que no crea en cuentos y regálese una buena ración de buena salsa brava para aderezar los latidos de la vida. Este disco es una de las razones de peso para afirmar que por mis venas lo que corre es salsa.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Barretto (1975)

La vieja casona de mis tías en el centro de Valencia era una especie de Palladium Ballroom en mi imaginación. En el patio de la casa estaba un cajón de madera para poner la ropa sucia, al lado una lavadora y, un poco más allá, una vieja mesa de madera, un tanto destartalada y deteriorada por el tic tac irreversible, la cual servía para ocupar espacio y para colocar mi pequeño y funcional tocadiscos y unos cuantos discos de acetato. Era la época dorada de la Salsa y mucha gente se contagiaba con el ritmo y tantas grabaciones que surgían, y yo no era la excepción. Jugaba a ser el gran cantante del momento o el músico capaz de levantar de sus asientos al público cuando la descarga estaba en el climax, rugiendo como los trombones de La Perfecta de Eddie Palmieri, o repartiendo golpes sobre el cajón de la ropa, imitando a aquel hombre de altura y corpulencia considerable, de gruesos lentes correctivos, de cálida sonrisa y personalidad que se sentaba con sus tumbadoras al frente de la orquesta, indestructible. Allí, presente en el escenario de mi imaginación estaba Ray Barretto descargando e invitándome a participar en la descarga, golpeando el tambor con sus manos duras, mostrándome la solidez y la fuerza de su orquesta, pero permitiéndome ser parte del show que solo yo podía presenciar. Desde la cocina era observado por mi Mamá y mis tías quienes exclamaban «¡Te vas a volver loco, muchacho, de tanto golpear ese cajón de la ropa sucia!», lo cual me importaba poco, más bien nada, ya que dentro de ese mundo de fantasía estaba viviendo la cara más interna y sensible de la música.

En una de esas tardes, quizá a principios de mes, ya había reunido algo de dinero gracias a la mesada que mi Abuelo gentilmente me obsequiaba y a lo que guardaba de la merienda del colegio, de manera que era el momento de ir a comprar ún disco de Salsa. Y así fue, caminé unas cuatro cuadras hasta Foto Estudio Lux, un local en el centro de Valencia que era un estudio fotográfico y vendían discos. Sí, y siempre tenían buenos discos de Salsa. Bien, al llegar a la tienda revisé de cada una de las secciones musicales (cosa que siempre hago cada vez que compro un disco). Y allí ante mis ojos apareció el disco que estaba buscando, el famoso disco de Barretto y las tumbadoras rojas, donde el Manos Duras nos mostraba su propuesta cargada de fuerza y poder, aderezada con todo el sabor necesario para que el bailador también pueda mostrar lo que disfruta hacer. Pagué y me regresé a casa a seguir vacilando en el viejo tocadiscos, disfrutando temas como Guararé, Vale más un guaguancó, Ban Ban Quere o El Presupuesto, entre otros. Desde ese entonces esa música me acompaña y acudo a ella cada vez que sea necesario, ya que la rumba sigue viviendo en cada paso que doy. Este es un disco para tenerlo a la mano siempre, para gozar con la vocalización de Tito Gómez y Rubén Blades en los temas escogidos, para sudar bailando sin parar, con un sonido distintivo y efectivo, cargado de buenos arreglos y de inconfundible ritmo del maestro Ray Barretto. De los mejores discos producidos en pleno «boom» de la salsa brava. Imprescindible.

Aun siguen vivas esas descargas en mi memoria. Y aunque han pasado tantos años y el viejo tocadiscos ya no está, no he olvidado de donde vengo, lo cual me ha ayudado a saber hacia donde iré.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.