DISCOS

Metiendo Mano! – Willie Colon Presents Ruben Blades (1977)

Hace unos días estaba caminando por el centro de Valencia, Venezuela. Aunque la ciudad ha cambiado mucho, el bullicio sigue siendo protagonista del día. Muchas personas transitan las aceras para ir al trabajo, hacer algún trámite o realizar la faena diaria. Yo seguía caminando, haciendo un par de diligencias en el centro. Mientras pasaba por la esquina de la Av. Díaz Moreno con la calle Independencia, veía hacia el edificio donde residieron mis abuelos durante unos cuantos años. Me detuve a observar y a tratar de hacer un par de fotos. Rapidamente, la memoria hizo de las suyas con mucha más rapidez de lo acostumbrado y vino a mi mente el recuerdo de un episodio que marcó mi amor por la salsa.

Era una tarde del año 1977 en mi ciudad natal. No preciso el mes, mi memoria no llega a ser prodigiosa e infalible. Creo que fue un día viernes o sábado. Estaba sentado en el balcón del apartamento de mis abuelos en el centro de Valencia. Allí , después de hacer las tareas, pasaba las tardes leyendo o escuchando música, bien fuese en mi tocadiscos Sanyo o en un pequeño radio de transistores. En aquel entonces, pese a que había también una suerte de invasión de la música disco, yo me inclinaba más hacia la salsa. A pesar de mi corta edad, me identificaba más con las canciones que sonaban en la radio, de modo que disfrutaba un mundo escuchando a Ismael Rivera, Ray Barretto o a La Dimensión Latina, por nombrar solo algunos exponentes del género. Así, cada mes compraba uno o dos discos de salsa y veía a esos artistas en los programas maratónicos que se transmitían los sábados. Así era la cosa en los tiempo que ni siquiera sonábamos con cosas parecidas a internet.

Sin embargo,ese año empezó a sonar en las emisoras una canción cuyo coro rezaba

Camilo Manrique falleció, plantacion adentro camará

y que los locutores de la época la presentaban como Plantación adentro interpretada por Willie Colón y Rubén Blades. Bien, de tanto escuchar a esa dupla que hacía una salsa diferente, le dije con mucha insistencia a mi abuela que fuésemos a la discotienda que quedaba en la planta baja del edificio a comprar ese disco. Efectivamente, el disco estaba allí, y en cuya carátula aparecía Rubén Blades vestido de boxeador y Willie Colón haciendo las veces de entrenador levantando la mano enguantada de Blades. Tanto le insistí a mi abuela que tomó el disco, lo pagó y me lo dió. Sí, mi abuela siempre fue cómplice y partícipe de mi amor por la música y la lectura. Regresamos al apartamento y me fui directo a mi viejo tocadiscos y puse a sonar el disco. Recuerdo que si bien me gustaba mucho todo el disco, hubo una canción que me sirvió como detonante de la reflexión: Pablo Pueblo. Esa canción la sonaba una y otra vez, y hasta le dije a mi abuela que ese cantante decía cosas que los demás no llegaban a decir. Mi abuela me veía y sonreía mientras me decía que yo estaba aun muy pequeño para andar pensando en esas cosas. Pero nada, no dejaba de pensar en la reflexión que ese tema comenzaba a hacer en mi pensamiento, lo cual fue el punto de partida para seguir los trabajos posteriores de Rubén Blades.

Metiendo mano! es un disco que me ha acompañado desde entonces. Es un disco muy solido donde el Caribe se muestra amplio, abierto, pero también reflexivo y con la denuncia presente. Previamente, Blades venía de pasar un tiempo en la orquesta de Ray Barretto, participando en los discos Barreto (1975) y Tomorrow Barreto Live (1976), aunque también grabó el tema El Cazanguero en el disco The Good, The Bad, The Ugly de Willie Colón con Héctor Lavoe y Yomo Toro. Además, ya Blades se había mostrado como un solvente compositor para artistas como Richie Ray, Ismael Miranda y el propio Ray Barretto, entre otros.

Para este disco, Blades aportó 4 temas de su autoría: Pabo Pueblo, La Maleta, Fue Varón y Pueblo, donde ya el panameño nos mostraba lo que sería una línea dentro de sus composiciones: La denuncia social, la vida del barrio así como las realidades y lo cotidiano de la vida de cualquier habitante del gran Caribe. Cada historia hecha canción podía ubicarse perfectamente en cualquier barrio o esquina de latinoamérica. El disco presentaba temas como Según el color de Félix Hernandez, La Mora de Eliseo Grenet, el bolero Me recordarás de Frank Domínguez, Lluvia de tu cielo de Johnny Ortíz y el gran éxito del disco como lo fue Plantación adentro de Tite Curet Alonso.

Sin embargo, la música también ofrece un gran peso específico en esta producción. Siempre he pensado que Willie Colón es un gran músico, productor y arreglista que supo formar una orquesta capaz de aportar el sonido necesario para realzar cualquier producción, para muestra están los discos que realizó junto a Héctor Lavoe, pero eso es tema para otro texto. En este disco Colón aportó su sello desde el trombón,arreglos y dirección musical, liderando una orquesta donde destacaban los nombres de Milton Cardona, José Mangual Jr, Salvador Cuevas, José «Professor» Torres, Nicky Marrero, Lewis Kahn, Leopoldo Pineda, Yomo Toro y Angel «Papo» Vasquez, entre otros. Una orquesta sólida, con todo el peso y sabor necesario para que la voz y las letras de Blades pudiesen encontrar seguro asidero.

Es un disco que me acompaña desde ese entonces, que aun lo considero vigente, importante, y ha marcado el punto de partida de mi gran admiración y respeto por Rubén Blades, a quien considero un artista fundamental del Caribe por derecho y mérito propio. Y así, luego de revivir los hechos casi en el lugar de los acontecimientos, muchos recuerdos volvían a aparecer, y recordaba cada vez que veía a un Pablo Pueblo regresando a su casa, aquel hijo del grito y la calle que salía a buscarse la vida. De esta forma yo recordaba las horas escuchando la salsa que siento como propia y que me ha dado tantas cosas buenas, y la dulce sonrisa de mi abuela invitándome a seguir adelante y a nunca dejar de creer en lo que hago. Solo pido tener suficiente talento y salud para poder tocar con Rubén Blades algún día, o tener la oportunidad de entrevistarlo.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Rubén Blades – Maestra Vida (1980)

Era un día sábado, Papá y yo entrábamos a una discotienda del centro de Valencia, eso fue por allá por 1980. Como ya era habitual y es algo que ya lo he dicho en textos anteriores, lo primero que hacía era irme directamente a la sección de salsa a ver qué conseguía. Me puse a revisar y habían discos de Ray Barretto, Johnny Pacheco, Dimensión Latina y un par de discos de Rubén Blades que se llamaban Maestra Vida (Primera y segunda parte). Inmediatamente los tomé y pensé que si Metiendo mano y Siembra me habían gustado mucho, estos dos discos titulados Maestra Vida no serían la excepción. Mostré los discos a Papá y me dijo «Llévalos, te los regalo«, luego de meditarlo unos cuantos segundos. Total, entre Papá y yo siempre existió eso de regalarnos discos.

Al llegar a casa me fui corriendo al viejo equipo de sonido «3 en 1» a disfrutar de mis discos nuevos. Nada como quitarle el celofán al disco y disfrutar del olor a nuevo y descubrir si el disco traía un folleto adicional con las letras. Al abrir los discos, la caratula tipo álbum se desplegaba y tenía en su parte interior las letras, los protagonistas y los créditos de todos los que participaron en el disco, eso ya lo hacía diferente. Y, bueno, eran discos de Blades, y como lo dije anteriormente, teniendo como referencia sus trabajos anteriores, estos deberían ser «un palo«, como decimos nosotros. La música se encargaría de decir el resto.

Apenas empezaba a sonar el disco la experiencia comenzaba a diferenciarse con respecto a los discos anteriores de Blades. Orquesta completa, cuerdas, momentos sonoros, un narrador y los personajes de Quique Quiñones, Rafael Da Silva y Carlitos «Lito» Quiñones. Luego, una historia que se me asemejaba a muchas que pueden suceder en cualquier población de nuestra latinoamérica. De entrada el ambiente era el barrio, un barrio latino, con todo lo que ello implica, sus alegrías y dolores, sus penas y amores, con todas las historias que la cotidianidad escribe a su paso. Y estos discos eran una suerte de película donde el sonido y la música se encargaban de formar las imágenes en mi cerebro, como si nuestra mente fuese una gran pantalla de cine donde Blades escribía una crónica sobre algunas situaciones de la vida y la inevitable llegada de la muerte. Sí, eran discos muy diferentes a lo que ya el panameño nos tenía acostumbrados, pero siempre dentro de los niveles de calidad musical, conceptual y de contenido que han caracterizado sus producciones. Así me aprendí cada una de las canciones y la historia de Manuela y Carmelo, de su juventud, de la llegada del amor y su soledad en la vejez, todo lo que nos enseña esta gran maestra como lo es la vida.

Muchas veces soñé con ver a Rubén Blades junto a una gran orquesta sinfónica haciendo la obra completa, en el mismo espíritu del disco. Fueron 32 años de esperar un encuentro entre Blades y una orquesta capaz de asumir el reto. Y sucedió en Venezuela, un 22 de julio de 2012 en la Base Aérea La Carlota en Caracas, siendo un lujo que la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y la Orquesta Latinocaribeña Simón Bolívar hayan sido las encargadas de la música de Blades, y todos bajo la dirección del maestro Gustavo Dudamel. Increíble, ¿verdad? Recuerdo que apenas supe del evento llamé a mi amigo Rafael “Papino” Rivero – melómano salsero y uno de los hermanos que he encontrado a través de la radio – y le comenté, inmediatamente nos anotamos en el combo que íbamos desde Valencia a presenciar el concierto.

Sí, el concierto fue fabuloso, grande, poderoso, muy emotivo, con una gran demostración del gran nivel y profesionalismo de los músicos venezolanos pertenecientes a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y a la Orquesta Latinocaribeña Simón Bolívar. Luego de 32 años regresé al momento en que abrí los discos en 1980, cuando me enfrenté por vez primera a una obra que considero fundamental para cualquiera que ostente la ciudadanía del Caribe. No hay dudas, Maestra Vida sigue siendo un vehículo para reflexionar ante la vida y sus vaivenes, un vivo retrato de las cosas que pueden suceder en nuestro vecindario, en nuestra casa, en este gran barrio que llamamos El Caribe, en cualquier casa o esquina de latinoamérica.

Valió la pena esperar 32 años para disfrutar del arte hecho letra, música y contenidos, con la magnitud que requiere una obra fundamental y que aun sigue vigente. Ha sido uno de los conciertos más emotivos que he tenido la oportunidad de presenciar, más cuando se trataba de una obra creada por uno de los artistas que más admiro.

Gracias, Rubén. Gracias a la música que me sigue alimentando. Y gracias infinitas a Papá por haberme regalado esos discos.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.