DISCOS, Latin Jazz

Calle 54

Por el año 2000 me encontraba laborando como productor y conductor del programa «Encendiendo la noche», un espacio dedicado a la salsa brava y que se transmitía a través de Lago 91.5 FM desde Valencia, Venezuela. En una de esas tardes de reunión de producción de la emisora, mi amigo José Ismael Sánchez, para entonces director de la emisora, me muestra un disco y me dice que lo acababa de recibir. De inmediato nos fuimos al estudio de producción para escucharlo. Lo que vino después fue una alta carga sonora donde el Latin Jazz se mostraba en su esplendor, colorido, tal y como siempre ha sido. Pero esta vez la combinación entre las imágenes y la música era sencillamente genial. Se trataba de la banda sonora de la película Calle 54.

En el año 2000 el cineasta español Fernando Trueba, confeso amante de la música, hizo una de sus películas más personales. Se trata de Calle 54, un musical dedicado por entero al jazz latino, rodado en el momento oportuno y con un grupo de artistas imposible de repetir en el año 2000. Trueba nos mostró su inmenso amor por la música latina, su visión colorida de la expresividad del músico que derrama sensibilidad en escena, donde se incluían los aromas que provienen desde España hasta el Estrecho de Magallanes. Dicho en otras palabras, la unión del jazz y la música de este lado del planeta, donde la única protagonista es la música y quienes la hacen posible. En Calle 54 prevalece el gusto musical de Fernando Trueba, así como una forma muy particular de colocar al espectador dentro de las escenas, como si estuviésemos en medio de los músicos de esta experiencia visual y sonora. La película, el libro y la banda sonora son todo un espectáculo, lo cual vale la pena apreciar y disfrutar. En mi caso, primero disfruté la banda sonora. Luego, al cabo de algunas semanas pude ver la película, una experiencia única que coloca al espectador en una posición privilegiada para apreciar y disfrutar del talento escogido para la ocasión, es como si uno estuviese en medio de los mùsicos que ejecutan sus instrumentos y le dan vida al Latin Jazz. De acuerdo a la selección muy personal hecha por Trueba, aparecen los nombres de Paquito D’Rivera, Eliane Elias, Israel López «Cachao», Jerry González, Michel Camilo, Chano Domínguez, Gato Barbieri, Tito Puente, Chucho Valdés, Chico O’Farril, Carlos «Patato» Valdés, Orlando «Puntilla» Ríos y Bebo Valdés, entre otros. Todo un lujo, sin dudas.

Según su director, el cineasta español Fernando Trueba, «Calle 54 es mi manera de saldar una deuda de gratitud con el Jazz Latino…»

Como dato curioso, en el tema Panamericana, grabado por Paquito D’Rivera para este largometraje, aparece el músico venezolano Aquiles Báez ejecutando el cuatro. Para que se den una idea de lo que trae esta película y su banda sonora, les dejo los temas que la componen.

DISCO A
Paquito D’Rivera: «Panamericana» (7:02)
Eliane Elías: «Samba triste» (5:11)
Chano Domínguez: «Oye cómo viene» (6:45)
Jerry González & The Fort Apache Band: «Earth Dance» (6:44)
Michel Camilo: «From within» (7:29)
Gato Barbieri: «Introducción, Llamerito y Tango/Bolivia» (6:06)
Tito Puente: «New Arrival» (8:28)
Chucho Valdés: «Caridad Amaro» (6:24)
Duración total: 54:18


DISCO B
Chico O’Farrill: «Afro-Cuban Jazz Suite» (8:45)
Bebo Valdés y Cachao: «Lágrimas negras» (5:17)
Puntilla y Nueva Generación: «Compa Galletano» (6:33)
Bebo Valdés y Chucho Valdés: «La Comparsa» (4:31)
Eliane Elías: «That’s all it was» (4:55)
Jerry González y Chano Domínguez: «Cómo fue» (7:28)
Paquito D’Rivera & Co.: «Parisian Thoroughfare» (5:25)
Jerry González & The Fort Apache Band: «Créditos finales» (2:41)
Duración total: 45:43

Toda una fiesta donde el Latin Jazz es el verdadero protagonista. De esas películas y bandas sonoras a las que acudo con mucha frecuencia y que siempre me recuerda que el Latin Jazz es una fusión que abrió caminos de rica sonoridad.

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DISCOS, Latin Jazz

Tradición y vanguardia

Existen grabaciones que tienen un encanto especial, las cuales uno disfruta una y otra vez como el primer día en que se escucharon, con el mismo sabor o, quizás, con un sabor distinto, pero siempre muy agradable y elevador del espíritu mestizo de quienes somos oriundos de este amplio territorio latinoamericano. Son grabaciones con aroma caribe, perfumadas con ron y tabaco y vestidas con malanga, ají dulce, quimbombó y yerbabuena. En mi caso, llegué a estas grabaciones en mi niñez, y en esa época no tenía conciencia de la trascendencia de esta propuesta musical que comento en las siguientes líneas. Con el pasar de los años, estas grabaciones se han vuelto imprescindibles, las cuales siempre me acompañan y me demuestran la amplitud de la música hecha en este lado del planeta.

A mediados de los años 70 surgió un movimiento musical muy aparte del boom comercial de la salsa, donde un grupo de músicos ávidos de combinar lo tradicional con lo moderno decidieron reunirse a descargar, a experimentar con las fusiones y a poner dentro de la misma olla la experiencia acumulada en años, el ímpetu juvenil, la tradición, las expresiones vanguardistas y el talento correspondiente que provenía de diversas regiones del caribe y de os Estados Unidos. El resultado fué un par de grabaciones que han sido consideradas verdaderos documentos que muestran la evolución de la música latina en Nueva York: Conceptos en Unidad y Lo dice todo, ambas del recordado Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino, una gran fusión de tradición y vanguardia, de respeto y creatividad, con la cuota necesaria de sabor.

Estas grabaciones tuvieron sus antecedentes en el sótano de la casa de la familia González, sitio donde Andy y Jerry se reunían con sus amigos a descargar y experimentar. Entre quienes se contaban para las descargas estaban Virgilio Martí, Manny Oquendo, Nicky Marrero, Milton Cardona, Chocolate Armenteros y Don Gonzalo Fernández, entre otros. De allí surgiría, como primer intento, el Conjunto Anabacoa, para luego convertirse en el Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino. Estas reuniones llamaron la atención del productor René López, quien se encargaría de llevar al estudio estas memorables sesiones en dos producciones que se consifderan verdaderas joyas de la música afrocaribeña.

Para ilustrar un poco más, hace algunos años Andy González concedió una etrevista al portal Anapapaya.com y declaró lo siguiente:

Cada cosa que nosotros hemos sacado, ha sido natural. No era pensado para vender más o menos. Nosotros siempre tuvimos los valores que nos obligaban a respetar la música. Lo que hemos hecho, lo hemos hecho porque nos ha salido así. Hemos hecho lo que hemos querido hacer. Esa es la manera de que la gente verdaderamente aprecie tu trabajo. Nuestras cosas han sido el resultado de un proceso natural de experimentación. Por ejemplo el Grupo Folklórico Experimental Nuevayorquino nació de unas jam sessions que hacíamos en mi casa. Esa misma que aparece en la película Calle 54. Ahí, nos juntábamos a tocar hasta que un día René López, que le gustaba lo que estaba saliendo, llevó al ejecutivo de la discográfica que quedó encantado y así salieron esos discos.

Conceptos en unidad y Lo dice todo tienen el sabor requerido, el arraigo a la tradición y el estandarte vanguardista para seguir brillando con luz propia, más allá del hecho de no haber contado con la publicidad y la promoción requerida, teniendo como protagonistas a una serie de grandes nombres de la música latina que, de manera callada pero contundente, mostraron al mundo la forma como tradición y vanguardia mantienen fuertes y estrechos nexos, la forma de hacer buena música al margen de la gran industria. Son discos con un valor incalculable, musicalmente hablando, llenos de elementos folklóricos del Caribe, pero con los ingredientes urbanos necesarios para servir de enlace entre generaciones o culturas. Descargas con la fuerza y amplitud del Mar Caribe, donde navegar en sus aguas puede resultar más placentero de lo que se piensa. Si de autenticidad y creatividad se trata, estos discos llevan la bandera de la vanguardia, con una música nada convencional y que perdura en el tiempo.

Mientras tanto estoy aquí, sentado sobre una corchea.

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¡Bravo Pavo¡ – Frank «El Pavo» Hernández (2000)

El timbal es un instrumento que siempre ha estado cercano a mis afectos, quizá donde me siento más a mis anchas, más alegre y festivo. Lo disfruto mucho y trato de aprender de cada timbalero que veo. Siento que me falta mucho para alcanzar el nivel que quisiera, pero no he desistido. Sigo aprendiendo, paso a paso, a mi ritmo. Siempre he dicho que mis tres grandes referencias a la hora de ejecutar el timbal provienen de tres figuras fundamentales en el instrumento: Tito Puente, Manny Oquendo y, el nuestro, Francisco Hernández Valarino, mejor conocido y reconocido como El Pavo Frank.

Cuando veía al Pavo Frank ejecutar la batería haciendo Onda Nueva o Jazz era ya una cosa fabulosa, con mucha energía y dominio del instrumento, la maestría en el ritmo destilada en tantos años de recorrido musical. Sin embargo, cuando lo veía ejecutar el timbal era un espectáculo aparte, un verdadero maestro del instrumento, siempre con ejecuciones de alto nivel, pulcras, con mucha sabiduría y una cuota de sabor que siempre sobrepasaba cualquier expectativa. Un par de muestras de todo esto son los discos Latinos de Etiqueta y Bravo Pavo, siendo este último el que hoy es protagonista de estas líneas.

Cuando este disco salió a la venta en el año 2000 se convirtió en uno de mis favoritos. Ya desde hace unos cuantos años había seguido la carrera del nativo de Villa de Cura y conocía de su llegada a Caracas a los 12 años de edad, de su participación en las orquestas de Aldemaro Romero, Willy Pérez, Chucho Sanoja, Habana Cuban Boys, Pedro José Belisario y Luis Alfonso Larraín, entre otras agrupaciones. Pero no eran solo esos los pergaminos del maestro Hernandez. Alrededor de 1958 viajó a Nueva York con el fin de ampliar sus conocimientos musicales y probarse en la gran manzana. Bajo la tutela de Henry Adler hizo estudios avanzados de batería paralelamente a tu trabajo con algunas orquestas lo llearían a dar el salto a tocar con figuras como Randy Carlos, Tito Puente, José Fajardo, Pérez Prado y Mongo Santamaría. El Pavo estaba en el cénit de la música latina por mérito y derecho propio. Luego, de nuevo en Venezuela, el Pavo formaría parte de la Orquesta de planta de CVTV, así como su gran aporte la creación del patrón rítmico para batería de la Onda Nueva, junto a su compadre y amigo Aldemaro Romero.

Este disco nos muestra a Hérnandez en los terrenos del Latin Jazz, nutrido de su experiencia tanto con grandes figuras de la música como con su propia orquesta. ¡Bravo Pavo! es un ejemplo de cómo se lidera una orquesta teniendo al timbal como protagonista. Un disco con arreglos interesantes y coloridos, sólidos y cargados de sabor que permiten que cada integrante de la agrupación tenga espacio para mostrarse, así como la presencia de los imprescindibles solos de timbal con mucha maestría, pulcritud, solidez, sabor y respeto por el instrumento, elementos que siempre caracterizaron al Pavo Frank en cada una de sus intervenciones.

¡Bravo Pavo! es una verdadera cátedra del Latin Jazz, un disco alegre, festivo, de esas producciones donde uno quisiera haber participado. Y sí, una de mis fuentes de inspiración así como para muchos colegas que hemos encontrado en el timbal una ruta a seguir. Este disco siempre me acompaña, es parte vital de los senderos que transito, es fuente de inspiración. Es un disco al cual acudo con mucha frecuencia donde siempre hallo luces que me indiquen el camino a la hora de tomar las baquetas y enfrentarme al timbal.

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DISCOS, Latin Jazz

Rumba a la Patato – Marlon Simon & Nagual Spirits (1999)

La seriedad con la que encaro mis proyectos profesionales y artísticos es algo que me caracteriza. Y los programas de radio que he realizado desde 1997 no escapan a ello. Todo esto no quiere decir que no disfrute lo que hago, al contrario, me gozo cada programa como si se tratase del último, y eso no va a cambiar. Cada programa de radio que produzco representa un reto, una responsabilidad, una oportunidad de comunicarme con mucha gente y mostrar el jazz que se hace dentro y fuera de nuestras fronteras. Y lo que siempre ha sido – y sigue siendo – un punto de honor en mi carrera radial: Promover la música hecha por venezolanos.

Como cada programa, la tarea más complicada y grata es hacer la selección musical. Hay que evitar la repetición, hay que procurar la calidad, el buen gusto, hacer un balance entre la tradición y la vanguardia, los consagrados y los emergentes. Siempre ha sido complicado escoger entre tanto material discográfico. A pesar de ser una tarea complicada, tiene mucho disfrute el trabajo investigativo, así como cuando logras armar una pauta musical coherente y que el oyente pueda disfrutar. En mi caso, el trabajo de producción siempre ha sido arduo, requiriendo unas cuatro horas de producción por cada hora al aire. No dejo nada a la casualidad ya que no creo en ella, tampoco dejo espacio al azar.

Era una noche de radio en el año 2000, y traía conmigo un disco recién comprado y que me había gustado mucho: Rumba a la Patato de Marlon Simon & Nagual Spirits. Nativo de Punto Fijo, estado Falcón, Venezuela, Marlon Simon había hecho estudios musicales en los Estados Unidos, concretamente en la University of the Arts en Filadelfia, así como en la New School for Social Research en Nueva York y había cosechado una importante trayectoria en el mundo del Jazz como baterista y percusionista junto a leyendas como  Hilton Ruiz, Dave Valentin, Jerry González, Chucho Valdés y Bobby Watson, entre otros grandes nombres del Jazz. Este disco Rumba a la Patato era la segunda producción de Marlon Simon, ya que anteriormente había grabado The Music of Marlon Simon. Bien, este disco nos muestra música de alto nivel y buen gusto, un manojo de composiciones que cuentan historias que nos hablan del mestizaje llevado a cabo entre el Jazz y la música de este lado del planeta, arreglos muy bien elaborados y una ejecución desde el corazón, sin artificios, con verdadero arte, Latin Jazz auténtico, genuino. Si bien su disco The Music of Marlon Simon me había gustado y era un disco muy bien logrado, consideraba que Rumba a la Patato estaba en un nivel superior, tanto en el concepto musical como en el desarrollo de ideas musicales aquí plasmadas. Una música que me invitaba a descubrir el nagual, esa parte mágica de la experiencia humana, la parte espiritual que no puede ser explicada por los pensamientos locales de la vida cotidiana. En fin, uno de esos discos que habla por sí mismo. En Rumba a la Patato, Marlon Simon contó con la participación de sus hermanos Edward Simon en el piano y Michael Simon en la trompeta. Además, el lujo tener como invitados a Andy González, Brian Lynch, Peter Brainin, Bobby Watson, Luis Perdomo y Roberto Quintero.

Así las cosas, cuando apenas escuchábamos la segunda pieza del disco, sonó el teléfono de la cabina de la emisora. Mi compadre y gran operador de audio José Luis Caripá tomó la llamada y me dice que alguien quiere hablar conmigo. Tomé el teléfono y una voz seria me dice «Buenas noches, Fósforo, Muchas gracias por sonar mi música«. Quedé un tanto sorprendido, por lo cual pregunté inmediatamente quién estaba al otro lado del teléfono, y la respuesta fue «Te habla Marlon Simon. ¿Dónde queda esa emisora?» Mayúscula sorpresa. No salía de mi incredulidad y de mi asombro. ¿Marlon Simon en Valencia? ¿Pero si en el disco decía que estaba radicado en lo alrededores de Nueva York? Luego de un par de comentarios más, le di la dirección de la emisora. Al cabo de unos diez minutos, llegò Marlon Simon a los estudios de a radio. Fue una grata coincidencia que él estuviese en esos días de visita familiar en Valencia, y no desperdicié la oportunidad para conversar con el protagonista sobre Rumba a la Patato así como otros aspectos referentes a su carrera.

Desde ese entonces, Rumba a la Patato es un disco que va conmigo siempre y representa una fuente de inspiración para seguir adelante en el camino del jazz, una producción que se ha convertido en una suerte de manual para transitar por los infinitos caminos de la música y que siempre está presente en mis producciones radiales. Un disco sólido, sin fisuras ni desperdicio. Sin dudas, Rumba a la Patato es un clásico del Latin Jazz.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Mambo Diablo – Tito Puente and his Latin Ensemble (1985)

Corría la década del 70. En aquella época en que recibía la Educación Primaria, solía tomar los lápices y golpear el pupitre como si se tratase de un timbal. Lo malo de esto era que lo hacía en plena clase con nuestra Seño Giselita, lo cual siempre traía como consecuencia un regaño de la maestra o un manotazo de alguno de mis compañeros del salón para que dejase el ruido y la clase pudiese continuar. Obviamente, ni el regaño ni el golpe estaban entre mis opciones favoritas. Sin embargo, dentro de los vericuetos de esa masa llamada cerebro el sonido era diferente al emanado por los golpes de los lápices en el pupitre. En mi mente, me veía en medio de un escenario, enfrentado al timbal, en plena descarga, tal y como lo hacía Tito Puente en la televisión y en los discos que, hasta ese entonces, había podido escuchar. Y desde esa época viene mi admiración por el maestro Tito Puente.

Con los años fui descubriendo que su título de Rey del Timbal o Rey de la Música Latina fue forjado por su aporte como timbalero, vibrafonista, director, arreglista, compositor, entre otras facetas y aportes musicales, hicieron que Tito Puente ocupase un trono perpetuo por derecho y mérito propio: Su inconfundible sonido curtido durante tantos años, el traslado del timbal desde el fondo hacia el frente del escenario para hacerlo protagonista, su visión de la música latina y la frescura de sus ejecuciones, arreglos y composiciones durante más de 100 grabaciones le hicieron merecedor de ese trono. Obviamente, existen muchas más virtudes, pero enumerarlas todas harían interminable esta nota.

Con el paso del tiempo, han sido muchos los discos del maestro Puente que siempre están rondando mi memora, y “Mambo Diablo” (1985) es uno de mis favoritos. Es uno de esos discos que se quedan con uno, que cada vez ofrecen mayores razones para seguir estando en un lugar de privilegio, a pesar de todo el tiempo transcurrido. Aquí se mostraba a un Puente con mucha frescura, dinámico en sus intervenciones tanto en el timbal como en el vibráfono y la marímba, siempre flamboyante, con todo el brillo necesario desde la altura de un trono que forjó sus bases en la calidad y en su particular y perdurable sonido, virtudes, entre otras, que siempre colocaron a Puente en otra dimensión. Clásicos como el inmortal Take Five de Paul Desmond o Lulaby of Birdland de George Shearing – interpretado al piano por su propio compositor – se muestran con un rostro más cercano al caribe, demostrando como el jazz puede acercarse a otros territorios, o lo que es casi lo mismo, la permeabilidad que el jazz ofrece al que quiera acercarse a sus predios. Es un disco imprescindible, determinante y una de las joyas del Latin Jazz. Y si le dan una lectura a los créditos del disco encontrarán nombres importantes como Sonny Bravo, Johnny «Dandy» Rodríguez, Jimmy Frisaura, Bobby Rodríguez, José Madera, Mario Rivera y Ray González. Un lujo de banda, sin dudas.

Siempre que me enfrento a un timbal o cada vez que escucho este disco, recuerdo aquella época de mi niñez golpeando los lápices sobre la tabla de algún pupitre, hecho que he venido haciendo continuamente desde la Primaria, pasando por mi época de estudiante universitario hasta el día de hoy en mi escritorio. Creo que ese grado de inquietud vino inscrito en mi código genético, y todos sabemos que esas cosas no cambian. Sin embargo, al tomar las baquetas y poner a sonar la pailas, siempre me viene a la memoria el recuerdo de grandes timbaleros, y el maestro Puente es uno de ellos.

Nos vemos pronto, mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Rumba para Monk – Jerry González (1989)

Thelonious Monk ha sido uno de los músicos más influyentes en la historia del Jazz, y quizás se haga cuesta arriba poder hacer un trabajo discográfico en su homenaje donde se pueda respetar el espíritu del insigne pianista, imprimiendo, además, el sello personal de quien desarrolla las ideas para realizar tal homenaje. Sin embargo, para Jerry González, esto fue más allá del hecho musical, fue una muestra de gratitud, respeto y admiración hacia uno de los talentos más importantes con los que ha contado la música, cuyo legado aun sigue dándonos mensajes cargados de sentimiento, ritmo y enigma.

Para muchos críticos, y para mi, que de crítico nada tengo, Rumba para Monk es uno de los trabajos imprescindibles dentro del catálogo jazzístico del orbe. Con un criterio donde el respeto por jazz y lo afrocaribeño prevalece, Jerry González nos muestra la forma en que diversos estilos pueden coexistir sin hacerse daño unos a otros, demostrando, una vez más, que el jazz y lo afrocaribeño tienen un ancestro común, una relación estrecha que marcaría nuevos e interesantes caminos en la música. Un disco con la profundidad requerida para este tipo de homenajes, pero con el cargamento de clave y sabor que nos hablan de mestizaje, de paisajes y momentos introspectivos, de yambú, columbia, guaguancó y bebop cocinados en la misma paila, a fuego lento. Jazz del bueno, visto desde la óptica de quien ha sido considerado el último pirata del caribe. Rumba para Monk es un hito determinante en la historia del Latin Jazz. Este disco supera con creces cualquier clasificación, es música vigente, contundente, hecha sin concesiones.

Es mi disco favorito al cual acudo siempre y, por supuesto, en mi morral siempre está presente formando parte importante de mi equipaje, cual brújula que el explorador necesita para no perder el rumbo.

¿Imprescindible? Totalmente.

Nos vemos pronto. Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.