DISCOS, Latin Jazz

Calle 54

Por el año 2000 me encontraba laborando como productor y conductor del programa «Encendiendo la noche», un espacio dedicado a la salsa brava y que se transmitía a través de Lago 91.5 FM desde Valencia, Venezuela. En una de esas tardes de reunión de producción de la emisora, mi amigo José Ismael Sánchez, para entonces director de la emisora, me muestra un disco y me dice que lo acababa de recibir. De inmediato nos fuimos al estudio de producción para escucharlo. Lo que vino después fue una alta carga sonora donde el Latin Jazz se mostraba en su esplendor, colorido, tal y como siempre ha sido. Pero esta vez la combinación entre las imágenes y la música era sencillamente genial. Se trataba de la banda sonora de la película Calle 54.

En el año 2000 el cineasta español Fernando Trueba, confeso amante de la música, hizo una de sus películas más personales. Se trata de Calle 54, un musical dedicado por entero al jazz latino, rodado en el momento oportuno y con un grupo de artistas imposible de repetir en el año 2000. Trueba nos mostró su inmenso amor por la música latina, su visión colorida de la expresividad del músico que derrama sensibilidad en escena, donde se incluían los aromas que provienen desde España hasta el Estrecho de Magallanes. Dicho en otras palabras, la unión del jazz y la música de este lado del planeta, donde la única protagonista es la música y quienes la hacen posible. En Calle 54 prevalece el gusto musical de Fernando Trueba, así como una forma muy particular de colocar al espectador dentro de las escenas, como si estuviésemos en medio de los músicos de esta experiencia visual y sonora. La película, el libro y la banda sonora son todo un espectáculo, lo cual vale la pena apreciar y disfrutar. En mi caso, primero disfruté la banda sonora. Luego, al cabo de algunas semanas pude ver la película, una experiencia única que coloca al espectador en una posición privilegiada para apreciar y disfrutar del talento escogido para la ocasión, es como si uno estuviese en medio de los mùsicos que ejecutan sus instrumentos y le dan vida al Latin Jazz. De acuerdo a la selección muy personal hecha por Trueba, aparecen los nombres de Paquito D’Rivera, Eliane Elias, Israel López «Cachao», Jerry González, Michel Camilo, Chano Domínguez, Gato Barbieri, Tito Puente, Chucho Valdés, Chico O’Farril, Carlos «Patato» Valdés, Orlando «Puntilla» Ríos y Bebo Valdés, entre otros. Todo un lujo, sin dudas.

Según su director, el cineasta español Fernando Trueba, «Calle 54 es mi manera de saldar una deuda de gratitud con el Jazz Latino…»

Como dato curioso, en el tema Panamericana, grabado por Paquito D’Rivera para este largometraje, aparece el músico venezolano Aquiles Báez ejecutando el cuatro. Para que se den una idea de lo que trae esta película y su banda sonora, les dejo los temas que la componen.

DISCO A
Paquito D’Rivera: «Panamericana» (7:02)
Eliane Elías: «Samba triste» (5:11)
Chano Domínguez: «Oye cómo viene» (6:45)
Jerry González & The Fort Apache Band: «Earth Dance» (6:44)
Michel Camilo: «From within» (7:29)
Gato Barbieri: «Introducción, Llamerito y Tango/Bolivia» (6:06)
Tito Puente: «New Arrival» (8:28)
Chucho Valdés: «Caridad Amaro» (6:24)
Duración total: 54:18


DISCO B
Chico O’Farrill: «Afro-Cuban Jazz Suite» (8:45)
Bebo Valdés y Cachao: «Lágrimas negras» (5:17)
Puntilla y Nueva Generación: «Compa Galletano» (6:33)
Bebo Valdés y Chucho Valdés: «La Comparsa» (4:31)
Eliane Elías: «That’s all it was» (4:55)
Jerry González y Chano Domínguez: «Cómo fue» (7:28)
Paquito D’Rivera & Co.: «Parisian Thoroughfare» (5:25)
Jerry González & The Fort Apache Band: «Créditos finales» (2:41)
Duración total: 45:43

Toda una fiesta donde el Latin Jazz es el verdadero protagonista. De esas películas y bandas sonoras a las que acudo con mucha frecuencia y que siempre me recuerda que el Latin Jazz es una fusión que abrió caminos de rica sonoridad.

Seguimos en clave…

DISCOS, Latin Jazz

Tradición y vanguardia

Existen grabaciones que tienen un encanto especial, las cuales uno disfruta una y otra vez como el primer día en que se escucharon, con el mismo sabor o, quizás, con un sabor distinto, pero siempre muy agradable y elevador del espíritu mestizo de quienes somos oriundos de este amplio territorio latinoamericano. Son grabaciones con aroma caribe, perfumadas con ron y tabaco y vestidas con malanga, ají dulce, quimbombó y yerbabuena. En mi caso, llegué a estas grabaciones en mi niñez, y en esa época no tenía conciencia de la trascendencia de esta propuesta musical que comento en las siguientes líneas. Con el pasar de los años, estas grabaciones se han vuelto imprescindibles, las cuales siempre me acompañan y me demuestran la amplitud de la música hecha en este lado del planeta.

A mediados de los años 70 surgió un movimiento musical muy aparte del boom comercial de la salsa, donde un grupo de músicos ávidos de combinar lo tradicional con lo moderno decidieron reunirse a descargar, a experimentar con las fusiones y a poner dentro de la misma olla la experiencia acumulada en años, el ímpetu juvenil, la tradición, las expresiones vanguardistas y el talento correspondiente que provenía de diversas regiones del caribe y de os Estados Unidos. El resultado fué un par de grabaciones que han sido consideradas verdaderos documentos que muestran la evolución de la música latina en Nueva York: Conceptos en Unidad y Lo dice todo, ambas del recordado Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino, una gran fusión de tradición y vanguardia, de respeto y creatividad, con la cuota necesaria de sabor.

Estas grabaciones tuvieron sus antecedentes en el sótano de la casa de la familia González, sitio donde Andy y Jerry se reunían con sus amigos a descargar y experimentar. Entre quienes se contaban para las descargas estaban Virgilio Martí, Manny Oquendo, Nicky Marrero, Milton Cardona, Chocolate Armenteros y Don Gonzalo Fernández, entre otros. De allí surgiría, como primer intento, el Conjunto Anabacoa, para luego convertirse en el Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino. Estas reuniones llamaron la atención del productor René López, quien se encargaría de llevar al estudio estas memorables sesiones en dos producciones que se consifderan verdaderas joyas de la música afrocaribeña.

Para ilustrar un poco más, hace algunos años Andy González concedió una etrevista al portal Anapapaya.com y declaró lo siguiente:

Cada cosa que nosotros hemos sacado, ha sido natural. No era pensado para vender más o menos. Nosotros siempre tuvimos los valores que nos obligaban a respetar la música. Lo que hemos hecho, lo hemos hecho porque nos ha salido así. Hemos hecho lo que hemos querido hacer. Esa es la manera de que la gente verdaderamente aprecie tu trabajo. Nuestras cosas han sido el resultado de un proceso natural de experimentación. Por ejemplo el Grupo Folklórico Experimental Nuevayorquino nació de unas jam sessions que hacíamos en mi casa. Esa misma que aparece en la película Calle 54. Ahí, nos juntábamos a tocar hasta que un día René López, que le gustaba lo que estaba saliendo, llevó al ejecutivo de la discográfica que quedó encantado y así salieron esos discos.

Conceptos en unidad y Lo dice todo tienen el sabor requerido, el arraigo a la tradición y el estandarte vanguardista para seguir brillando con luz propia, más allá del hecho de no haber contado con la publicidad y la promoción requerida, teniendo como protagonistas a una serie de grandes nombres de la música latina que, de manera callada pero contundente, mostraron al mundo la forma como tradición y vanguardia mantienen fuertes y estrechos nexos, la forma de hacer buena música al margen de la gran industria. Son discos con un valor incalculable, musicalmente hablando, llenos de elementos folklóricos del Caribe, pero con los ingredientes urbanos necesarios para servir de enlace entre generaciones o culturas. Descargas con la fuerza y amplitud del Mar Caribe, donde navegar en sus aguas puede resultar más placentero de lo que se piensa. Si de autenticidad y creatividad se trata, estos discos llevan la bandera de la vanguardia, con una música nada convencional y que perdura en el tiempo.

Mientras tanto estoy aquí, sentado sobre una corchea.

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DISCOS

Metiendo Mano! – Willie Colon Presents Ruben Blades (1977)

Hace unos días estaba caminando por el centro de Valencia, Venezuela. Aunque la ciudad ha cambiado mucho, el bullicio sigue siendo protagonista del día. Muchas personas transitan las aceras para ir al trabajo, hacer algún trámite o realizar la faena diaria. Yo seguía caminando, haciendo un par de diligencias en el centro. Mientras pasaba por la esquina de la Av. Díaz Moreno con la calle Independencia, veía hacia el edificio donde residieron mis abuelos durante unos cuantos años. Me detuve a observar y a tratar de hacer un par de fotos. Rapidamente, la memoria hizo de las suyas con mucha más rapidez de lo acostumbrado y vino a mi mente el recuerdo de un episodio que marcó mi amor por la salsa.

Era una tarde del año 1977 en mi ciudad natal. No preciso el mes, mi memoria no llega a ser prodigiosa e infalible. Creo que fue un día viernes o sábado. Estaba sentado en el balcón del apartamento de mis abuelos en el centro de Valencia. Allí , después de hacer las tareas, pasaba las tardes leyendo o escuchando música, bien fuese en mi tocadiscos Sanyo o en un pequeño radio de transistores. En aquel entonces, pese a que había también una suerte de invasión de la música disco, yo me inclinaba más hacia la salsa. A pesar de mi corta edad, me identificaba más con las canciones que sonaban en la radio, de modo que disfrutaba un mundo escuchando a Ismael Rivera, Ray Barretto o a La Dimensión Latina, por nombrar solo algunos exponentes del género. Así, cada mes compraba uno o dos discos de salsa y veía a esos artistas en los programas maratónicos que se transmitían los sábados. Así era la cosa en los tiempo que ni siquiera sonábamos con cosas parecidas a internet.

Sin embargo,ese año empezó a sonar en las emisoras una canción cuyo coro rezaba

Camilo Manrique falleció, plantacion adentro camará

y que los locutores de la época la presentaban como Plantación adentro interpretada por Willie Colón y Rubén Blades. Bien, de tanto escuchar a esa dupla que hacía una salsa diferente, le dije con mucha insistencia a mi abuela que fuésemos a la discotienda que quedaba en la planta baja del edificio a comprar ese disco. Efectivamente, el disco estaba allí, y en cuya carátula aparecía Rubén Blades vestido de boxeador y Willie Colón haciendo las veces de entrenador levantando la mano enguantada de Blades. Tanto le insistí a mi abuela que tomó el disco, lo pagó y me lo dió. Sí, mi abuela siempre fue cómplice y partícipe de mi amor por la música y la lectura. Regresamos al apartamento y me fui directo a mi viejo tocadiscos y puse a sonar el disco. Recuerdo que si bien me gustaba mucho todo el disco, hubo una canción que me sirvió como detonante de la reflexión: Pablo Pueblo. Esa canción la sonaba una y otra vez, y hasta le dije a mi abuela que ese cantante decía cosas que los demás no llegaban a decir. Mi abuela me veía y sonreía mientras me decía que yo estaba aun muy pequeño para andar pensando en esas cosas. Pero nada, no dejaba de pensar en la reflexión que ese tema comenzaba a hacer en mi pensamiento, lo cual fue el punto de partida para seguir los trabajos posteriores de Rubén Blades.

Metiendo mano! es un disco que me ha acompañado desde entonces. Es un disco muy solido donde el Caribe se muestra amplio, abierto, pero también reflexivo y con la denuncia presente. Previamente, Blades venía de pasar un tiempo en la orquesta de Ray Barretto, participando en los discos Barreto (1975) y Tomorrow Barreto Live (1976), aunque también grabó el tema El Cazanguero en el disco The Good, The Bad, The Ugly de Willie Colón con Héctor Lavoe y Yomo Toro. Además, ya Blades se había mostrado como un solvente compositor para artistas como Richie Ray, Ismael Miranda y el propio Ray Barretto, entre otros.

Para este disco, Blades aportó 4 temas de su autoría: Pabo Pueblo, La Maleta, Fue Varón y Pueblo, donde ya el panameño nos mostraba lo que sería una línea dentro de sus composiciones: La denuncia social, la vida del barrio así como las realidades y lo cotidiano de la vida de cualquier habitante del gran Caribe. Cada historia hecha canción podía ubicarse perfectamente en cualquier barrio o esquina de latinoamérica. El disco presentaba temas como Según el color de Félix Hernandez, La Mora de Eliseo Grenet, el bolero Me recordarás de Frank Domínguez, Lluvia de tu cielo de Johnny Ortíz y el gran éxito del disco como lo fue Plantación adentro de Tite Curet Alonso.

Sin embargo, la música también ofrece un gran peso específico en esta producción. Siempre he pensado que Willie Colón es un gran músico, productor y arreglista que supo formar una orquesta capaz de aportar el sonido necesario para realzar cualquier producción, para muestra están los discos que realizó junto a Héctor Lavoe, pero eso es tema para otro texto. En este disco Colón aportó su sello desde el trombón,arreglos y dirección musical, liderando una orquesta donde destacaban los nombres de Milton Cardona, José Mangual Jr, Salvador Cuevas, José «Professor» Torres, Nicky Marrero, Lewis Kahn, Leopoldo Pineda, Yomo Toro y Angel «Papo» Vasquez, entre otros. Una orquesta sólida, con todo el peso y sabor necesario para que la voz y las letras de Blades pudiesen encontrar seguro asidero.

Es un disco que me acompaña desde ese entonces, que aun lo considero vigente, importante, y ha marcado el punto de partida de mi gran admiración y respeto por Rubén Blades, a quien considero un artista fundamental del Caribe por derecho y mérito propio. Y así, luego de revivir los hechos casi en el lugar de los acontecimientos, muchos recuerdos volvían a aparecer, y recordaba cada vez que veía a un Pablo Pueblo regresando a su casa, aquel hijo del grito y la calle que salía a buscarse la vida. De esta forma yo recordaba las horas escuchando la salsa que siento como propia y que me ha dado tantas cosas buenas, y la dulce sonrisa de mi abuela invitándome a seguir adelante y a nunca dejar de creer en lo que hago. Solo pido tener suficiente talento y salud para poder tocar con Rubén Blades algún día, o tener la oportunidad de entrevistarlo.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

DISCOS

Yordano (1984)

Para ponernos en contexto: 1984 es el título de la famosa novela de George Orwell y es también 1984 el año en el que recibí mi título de Bachiller en Ciencias. También fue un año olímpico, ya que en la ciudad de Los Angeles, Estados Unidos, se celebraron los Juegos de la XXIII Olimpiada, donde el nadador venezolano Rafael Vidal se hizo acreedor de la medalla de bronce al arribar tercero en la final de 200 metros estilo mariposa. Por otra parte, Francia derrotaba a España 2-0 en la final de la Eurocopa de futbol y Niki Lauda se proclamaba Campeón de la Formula Uno. Fue también un año de muchos lanzamientos musicales: Dire Straits lanzaba su famoso álbum Alchemy, Rubén Blades nos ofrecía Buscando Amèrica, entre tantos otros discos que salieron a la venta en ese año. Sin embargo, lo que hoy me motiva a escribir provino de mi país natal, Venezuela.

Al culminar mis estudios de bachillerato en ese año, en casa decidimos que, mientras esperaba entrar a la Universidad o al Tecnológico, era bueno estudiar y mejorar mi nivel de inglés, de modo que mis pasos fueron a dar al Laboratorio de Idiomas de la Universidad de Carabobo. Fue un tiempo que recuerdo con mucha gratitud ya que me permitió mejorar mis conocimientos de inglés, así como conocer nuevos amigos. Y, además, gracias al intercambio de regalos que se hizo en el salón durante el fin de año, recibí como obsequio de parte de una guapísima compañera de estudios un disco que estaba en mi lista de pendientes: El disco de Yordano que estaba saliendo ese año.

Ese disco era un furor en la época, sus canciones sonaban en la radio y la música era sencillamente maravillosa, los arreglos cargados de buen gusto y creatividad, las letras con el fino verbo urbano que Yordano le imprimió a cada canción, en fin, un disco extraordinario. Por otro lado, el sonido de este disco era muy semejante a la Venezuela de aquel entonces: Multicultural, con la convergencia de razas que hacíen morada acá, donde el rock tenia presencia pero también permitía el paso a diversas tendencias provenientes del caribe, del jazz, blues y de otros géneros provenientes de lugares mas lejanos. Si bien ya Yordano había grabado en 1982 su primer trabajo como solista titulado Negocios son negocios, este disco de 1984 fue el que realmente puso a Giordano Di Marzo Migani – nombre de pila de Yordano – en el gusto y en la cima de la popularidad en Venezuela, todo esto sin sacrificar la calidad, la estética plasmada en letras y sonidos y la osadía presentes en esta producción musical. Para este disco, Yordano contó con el respaldo de La Sección Rítmica de Caracas, una extraordinaria banda conformada por Lorenzo Barriendos en el bajo, Willie Croes en los teclados, Eddy Pérez en las guitarras, Carlos «Nené» Quinero en la percusión y Ezequiel Serrano en los saxofones, flauta, arreglos, dirección musical y el genio que puso un listón muy alto con la producción de este disco. La Sección Rítmica de Caracas fue, sin dudas, una banda irrepetible, que a muchos de nosotros nos influenció para tomar la senda musical. Y mas allá de eso, la presencia de invitados especiales como Ilan Chester, Rafael Rey, Ana Valencia y Guillermo Carrasco, entre otros.

Acudo a este disco con bastante frecuencia, de alguna manera esta música me señaló un camino hacia la vanguardia, hacia la incesante búsqueda de la excelencia, hacia una forma de hacer música que formó parte de un importante y determinante movimiento musical en Venezuela en la década de los 80, lo cual mostró un gran caudal de talento, de creatividad y de excelente música en estilos diversos, pero con el sello venezolano en cada compás.

Toda esta música se fue alojando en el morral donde viajan mis sueños y recuerdos y aun permanece conmigo de manera inalterable. Muchas de estas canciones tienen su asiento en la banda sonora de mis pasos y, sin lugar a dudas, es uno de los mejores discos hechos en Venezuela. Desde su aparición en 1984 forma parte de mis discos favoritos. Y sí, aun recuerdo ese intercambio de regalos y el beso – o los besos en aquel lugar secreto- de aquella guapa mujer que me regalo el disco.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

DISCOS, Latin Jazz

Rumba a la Patato – Marlon Simon & Nagual Spirits (1999)

La seriedad con la que encaro mis proyectos profesionales y artísticos es algo que me caracteriza. Y los programas de radio que he realizado desde 1997 no escapan a ello. Todo esto no quiere decir que no disfrute lo que hago, al contrario, me gozo cada programa como si se tratase del último, y eso no va a cambiar. Cada programa de radio que produzco representa un reto, una responsabilidad, una oportunidad de comunicarme con mucha gente y mostrar el jazz que se hace dentro y fuera de nuestras fronteras. Y lo que siempre ha sido – y sigue siendo – un punto de honor en mi carrera radial: Promover la música hecha por venezolanos.

Como cada programa, la tarea más complicada y grata es hacer la selección musical. Hay que evitar la repetición, hay que procurar la calidad, el buen gusto, hacer un balance entre la tradición y la vanguardia, los consagrados y los emergentes. Siempre ha sido complicado escoger entre tanto material discográfico. A pesar de ser una tarea complicada, tiene mucho disfrute el trabajo investigativo, así como cuando logras armar una pauta musical coherente y que el oyente pueda disfrutar. En mi caso, el trabajo de producción siempre ha sido arduo, requiriendo unas cuatro horas de producción por cada hora al aire. No dejo nada a la casualidad ya que no creo en ella, tampoco dejo espacio al azar.

Era una noche de radio en el año 2000, y traía conmigo un disco recién comprado y que me había gustado mucho: Rumba a la Patato de Marlon Simon & Nagual Spirits. Nativo de Punto Fijo, estado Falcón, Venezuela, Marlon Simon había hecho estudios musicales en los Estados Unidos, concretamente en la University of the Arts en Filadelfia, así como en la New School for Social Research en Nueva York y había cosechado una importante trayectoria en el mundo del Jazz como baterista y percusionista junto a leyendas como  Hilton Ruiz, Dave Valentin, Jerry González, Chucho Valdés y Bobby Watson, entre otros grandes nombres del Jazz. Este disco Rumba a la Patato era la segunda producción de Marlon Simon, ya que anteriormente había grabado The Music of Marlon Simon. Bien, este disco nos muestra música de alto nivel y buen gusto, un manojo de composiciones que cuentan historias que nos hablan del mestizaje llevado a cabo entre el Jazz y la música de este lado del planeta, arreglos muy bien elaborados y una ejecución desde el corazón, sin artificios, con verdadero arte, Latin Jazz auténtico, genuino. Si bien su disco The Music of Marlon Simon me había gustado y era un disco muy bien logrado, consideraba que Rumba a la Patato estaba en un nivel superior, tanto en el concepto musical como en el desarrollo de ideas musicales aquí plasmadas. Una música que me invitaba a descubrir el nagual, esa parte mágica de la experiencia humana, la parte espiritual que no puede ser explicada por los pensamientos locales de la vida cotidiana. En fin, uno de esos discos que habla por sí mismo. En Rumba a la Patato, Marlon Simon contó con la participación de sus hermanos Edward Simon en el piano y Michael Simon en la trompeta. Además, el lujo tener como invitados a Andy González, Brian Lynch, Peter Brainin, Bobby Watson, Luis Perdomo y Roberto Quintero.

Así las cosas, cuando apenas escuchábamos la segunda pieza del disco, sonó el teléfono de la cabina de la emisora. Mi compadre y gran operador de audio José Luis Caripá tomó la llamada y me dice que alguien quiere hablar conmigo. Tomé el teléfono y una voz seria me dice «Buenas noches, Fósforo, Muchas gracias por sonar mi música«. Quedé un tanto sorprendido, por lo cual pregunté inmediatamente quién estaba al otro lado del teléfono, y la respuesta fue «Te habla Marlon Simon. ¿Dónde queda esa emisora?» Mayúscula sorpresa. No salía de mi incredulidad y de mi asombro. ¿Marlon Simon en Valencia? ¿Pero si en el disco decía que estaba radicado en lo alrededores de Nueva York? Luego de un par de comentarios más, le di la dirección de la emisora. Al cabo de unos diez minutos, llegò Marlon Simon a los estudios de a radio. Fue una grata coincidencia que él estuviese en esos días de visita familiar en Valencia, y no desperdicié la oportunidad para conversar con el protagonista sobre Rumba a la Patato así como otros aspectos referentes a su carrera.

Desde ese entonces, Rumba a la Patato es un disco que va conmigo siempre y representa una fuente de inspiración para seguir adelante en el camino del jazz, una producción que se ha convertido en una suerte de manual para transitar por los infinitos caminos de la música y que siempre está presente en mis producciones radiales. Un disco sólido, sin fisuras ni desperdicio. Sin dudas, Rumba a la Patato es un clásico del Latin Jazz.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

Conciertos, DISCOS

Abraxas – Santana (1970)

Mi introducción al mundo del rock fue más temprano de lo previsto, gracias a los buenos oficios de mi primo Juan Jímenez, quien siempre tenía un gran debate en su gusto por el rock o la salsa brava. Además, poseía una respetable colección de LP y Cassettes. Siempre habían buenos discos en su colección y allí conocí much buena música, donde aparecían nombres entre los que se cuentan Roberto Roena y su Apollo Sound, The Bee Gees, Cat Stevens, Héctor Lavoe, Eric Clapton, Tavares y Blood, Sweat and Tears, entre otros. Así de variado era – y sigue siendo – su gusto por la música. Cierto día, al llegar a su casa había un afiche que decía Abraxas y que llamó mucho mi atención. Le pregunté si eso era de un disco y me respondió que, efectivamente, se trataba del disco Abraxas del guitarrista mexicano Carlos Santana, e inmediatamente buscó el LP y lo puso a sonar. Juan me decía “¡Primo, escucha esta vaina!” mientras el LP giraba en el tocadiscos. Al escuchar la primeras notas quedé como en trance, creo que fue algo así como una especie de alucinación, este disco tenía tanta fuerza, magia y una combinación de elementos donde el rock y la música latina se daban la mano energicamente, uniendo fuerzas, donde la guitarra y la conga se hermanaban en una misma danza, y las culturas se abrazaban en una fiesta sonora que se alojaba en mis sentidos. Y sí, desde ese momento se volvió uno de mis discos favoritos. Claro está, a la edad en que escuché el disco por primera vez no entendía mucho aquel asunto, aunque no dejaba de alucinar entre los sonidos del disco y el colorido presente en el arte de la carátula. Años más tarde, una vez que empiezo a investigar más me doy cuenta de la trascendencia de este disco, de su importancia vital y de su vigencia. Por esas y muchas más razones ha sido considerado entre los mejores álbumes de la historia.

Es un disco de mucha alegría, carácter y fuerza, pero a la vez denso y mágico. Cada vez que lo escucho siento que su vigencia cobra más fuerza. Su sonido me envuelve y me invita a seguir creyendo en el poder de la música y en el hecho de que las culturas existen para conocerse, integrarse y abrir nuevos caminos de rica sonoridad. Y sí, esta música está muy bien alojada en mi gusto musical. Aunque es un disco de rock, tiene varios tentáculos que acarician otros géneros como la salsa, el jazz. Abraxas es el segundo álbum de estudio de Santana, el cual se publicó en 1970 para el sello Columbia Records. Y si vamos a los números comerciales,estuvo en el primer lugar de la lista Billboard de 1970. Para este trabajo, la banda estaba formada al igual que en la primera producción por David Brown (bajo), Michael Shrieve (batería), Gregg Rolie (teclados, voz), Mike Carabello (percusión, congas), José «Chepito» Areas (percusión, congas, timbales), y por supuesto Carlos Santana (guitarra, coros). Adicionalmente, participaron Rico Reyes (percusión, voz) y Alberto Gianquinto (piano).

Este disco marcó el inicio de mi admiración por la música de Santana, cuya música me daría una gran sorpresa personal con el pasar de unos cuantos lustros. Era un día 24 de Junio en el Volkspark de la ciudad de Maguncia en Alemania, cuando tuve la oportunidad de ver a Santana en vivo en ocasión de la gira Divination Tour 2018. Llegué temprano, como habitualmente hago a cada cita o compromiso. Iba a disfrutar de uno de mis héroes de la música, eran muchos años esperando este momento. Disfruté un par de cervezas antes de que las puertas fuesen abiertas para ingresar al recinto, mientras tanto hablaba con algunas personas acerca de Santana y de los años de espera y que no había podido asistir a ninguno de sus conciertos en Venezuela. Una vez que las puertas se abrieron, caminé un poco hasta ubicarme frente a la tarima, bien cerca, en lo que en Venezuela llamamos la olla. Pasaron unos 45 minutos hasta que se inició el concierto y, como era de esperarse, la magia dela música de Santana se apodero de aquellas almas que plenamos el Volkspark, fueron más de dos horas de energía, buena música y disfrutar temas como Black Magic Woman, Evil Ways, Oye como va y Toussaint L’Ouverture, entre otros. En uno de esos momentos, saqué mi celular e hice unas cinco fotos, una de las cuales subiría a mi cuenta de Instagram luego del concierto. Fue una noche memorable viendo y disfrutando del talento y magia de una de las leyendas vivas de la música, acompañado por una banda que siempre pone el extra necesario para elevarse hacia cotas nunca antes alcanzadas, uno de esos conciertos que se recuerdan para toda la vida, con muy buena música y unas cuantas cervezas.

Al día siguiente, justo antes de ir a la oficina a trabajar, mientras me tomaba un café, me encontré con una grata e inesperada sorpresa: Ver esa foto publicada vía Repost en la página oficial de Carlos Santana en Instagram, donde se incluían mis créditos como una #FanFoto ¡Una foto mía llegando a tales instancias! ¡No podía creerlo! Realmente es uno de esos honores que nunca esperas y que me llenan de mucha alegría. Ojalá algún día pueda darle las gracias personalmente a Carlos Santana por tanta buena música, por tantas alegrías que nos ha transmitido a través de la cuerdas de su guitarra y, por supuesto, por lo de la foto. También el agradecimiento a mi primo Juan Jiménez, quien me señaló el camino hacia esta música. Sí, Abraxas me abrió el camino hacia estos terrenos donde el rock y lo latino se dan la mano, y aunque el 23.09.2020 este disco cumplirá 50 años, aun sigue vigente en mi gusto personal y en el de mucha gente. No solo de Jazz y Salsa vive Fósforo.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

DISCOS

Vinicius de Moraes en La Fusa con María Creuza y Toquinho. (1970)

La realidad y la fantasía se hacen compañía de manera sutil, prueba inequívoca de que se puede coexistir sin necesidad de estorbar. Allí convergen sueños y realidades, mitos y leyendas, amores y dolores, casi como en cualquier universo que se intente explorar. Así es este universo que ha sido testigo de tantas historias, muchas de ellas expresadas en sonidos y silencios. Sin embargo, cuando se trata de adentrarnos en la música de Brasil, la cosa pasa a otra dimensión. Recuerdo que al dar mis primeros pasos por la música brasileña me preguntaba por dónde empezar. ¿Serían Antonio Carlos Jobim o Heitor Villa-Lobos las primeras referencias a las que debería acudir? ¿O, más bien, entraría por la corriente del Tropicalismo? ¿Que tal si la vía fuese las melodías de Cartola, Pixinguinha o Dorival Caymmi? Quizás yo estaba buscando argumentos o razones que me indicaran por dónde iniciar el recorrido.

Gracias a oportunos y sabios consejos de amigos melómanos, mis primeros pasos en la música de Brasil fueron – menuda coincidencia – a través de un disco de características particulares: Vinicius de Moraes en La Fusa con María Creuza y Toquinho (1970). Muchos años después, tal vez hacia finales de la década del 90, estaba revisando varias secciones de una discotienda en Valencia, Venezuela, y mi vista se fijó en este disco. Nada más al ver los protagonistas de esa obra pensé que el disco sería bueno, tomando en cuenta que para ese entonces mis conocimientos sobre a música de Brasil eran muy escasos. Lo incluí en mi compra de esa tarde sabatina. A los pocos días me reuní con mi amigo y colega Carlos Caldera, un verdadero especialista en las lides brasileñas y a quien siempre consulto cuando tengo alguna duda en relación a Brasil y su música . Con cierta timidez le mostré el disco y me preguntó que dónde lo había comprado ya que el tenía años buscando ese título y no lo había conseguido. Carlos me comentaba que era un disco histórico, fundamental, imprescindible y que lo que tenía en mis manos era una verdadera joya. Tuve eso que llaman «olfato de gol», así como Romario en sus buenos tiempos.

Este disco fue grabado en vivo en Argentina en 1970, año en que Brasil se titulaba Campeón Mundial de Fútbol por tercera vez, donde lo musical destaca por la expresividad vocal de María Creuza, la destreza y virtuosismo de un joven Toquinho en la guitarra y la voz áspera y cálida del poeta Vinicius de Moraes. Sin embargo, este disco contó con la participación de algunos músicos argentinos como Mario “Mojarra” Fernández en el contrabajo, Enrique “Zurdo” Roizner en la batería y Fernando Gelbard junto aChango” Farías Gómez en la percusión y que contó con la producción de Alfredo Radoszynski. Este disco es una muestra muy clara del panorama de la música de Brasil en ese momento, una grabación histórica, un disco que se ha vuelto clásico y que, con el pasar de tiempo, resulta imprescindible en la banda sonora de mis latidos.

Sin embargo, en las notas internas del disco (Agosto de 1970) el poeta Vinicius de Moraes explica muy bien el asunto:

La idea de hacer un LP del show que presenté recientemente en La Fusa (el adorable café concert de Silvina y Coco Pérez) junto a la cantante bahiana Maria Creuza y al guitarrista y compositor paulista Toquinho (Antonio Pecci Filho), encontró respuesta inmediata en la sensibilidad de Alfredo Radoszynski, director del sello Trova. Tratándose de un disco para el gran público y no solamente para una minoría de aficionados, le sugerí a Alfredo que lo grabáramos en el estudio, para evitar las distorsiones comunes en las grabaciones en vivo, donde el artista tiene que estar más atento al público que a los aparatos de reproducción sonora. Así lo hicimos, grabando también el ambiente de La Fusa y el calor de los aplausos que el público porteño nos brindó en nuestros recitales. […] Le pedí entonces a mi amigo Alfredo que invitara a dos excelentes músicos argentinos con los cuales había trabajado en noviembre de 1969 en el teatro Émbassy. Se trataba de Mario Mojarra Fernández y Enrique Zurdo Roizner, quienes cumplieron su labor a la perfección. Fueron dos sesiones nocturnas que finalizaron con las primeras luces del día, totalizando 16 horas de trabajo en un ambiente de bohemia, de gran cordialidad; donde no faltaron los elementos primordiales: botellas de whisky y mujeres bonitas. Registramos nuestro show con aquel mismo espíritu de íntima comunicación e informalidad que nos gusta para transmitir nuestras canciones. El resto se debe a los oídos afinados de técnico de Gerd Baumgartner y los buenos oficios de Mike Ribas, cuya colaboración fraterna agradecemos profundamente.

Vinicius de Moraes, agosto de 1970. Notas internas del disco

Esto me abrió las puertas a un universo musical de características muy especiales: Ritmos intrincados pero extremadamente contagiante, emotividad expresada en cada una de las vertientes que en este disco se daban cita, la característica saudade que marca el estado de ánimo del brasilero, la sensibilidad a la hora de componer y expresar lo escrito, así como un sin fin de razones que, hoy día, sigo intentando describir y que me van a faltar palabras y tiempo para poder hacerlo. De allí en adelante todo ha sido cuestión de abrir muy bien los oídos, de dejarme seducir por la brisa que baja del Corcovado, por las olas que acarician a la mítica Salvador de Bahía, por el acelerado ritmo de vida Paulista, por la magia que se esconde en la selva amazónica, por la forma como un pueblo danza y siente los 4 días dedicados al Rey Momo.

Sigo explorando, ya sin el temor a quedarme extraviado. Si eso llegase a suceder, la Cruz del Sur me guiará para retomar la senda correcta y seguir recorriendo, a golpe de surdo, repinique, caixa, pandeiro y cavaquinho, las diversas rutas de un universo aparte. Razón tenían mis amigos Carlos Caldera y Adriana Pedret cuando me decían que una vez que se traspasa la puerta que conduce al universo musical brasileño, es imposible volver atrás.

Si usted quiere internarse en la música de Brasil, este disco será una apuesta segura hacia el disfrute, un verdadero jogo bonito para el alma.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.