Conciertos, DISCOS

Abraxas – Santana (1970)

Mi introducción al mundo del rock fue más temprano de lo previsto, gracias a los buenos oficios de mi primo Juan Jímenez, quien siempre tenía un gran debate en su gusto por el rock o la salsa brava. Además, poseía una respetable colección de LP y Cassettes. Siempre habían buenos discos en su colección y allí conocí much buena música, donde aparecían nombres entre los que se cuentan Roberto Roena y su Apollo Sound, The Bee Gees, Cat Stevens, Héctor Lavoe, Eric Clapton, Tavares y Blood, Sweat and Tears, entre otros. Así de variado era – y sigue siendo – su gusto por la música. Cierto día, al llegar a su casa había un afiche que decía Abraxas y que llamó mucho mi atención. Le pregunté si eso era de un disco y me respondió que, efectivamente, se trataba del disco Abraxas del guitarrista mexicano Carlos Santana, e inmediatamente buscó el LP y lo puso a sonar. Juan me decía “¡Primo, escucha esta vaina!” mientras el LP giraba en el tocadiscos. Al escuchar la primeras notas quedé como en trance, creo que fue algo así como una especie de alucinación, este disco tenía tanta fuerza, magia y una combinación de elementos donde el rock y la música latina se daban la mano energicamente, uniendo fuerzas, donde la guitarra y la conga se hermanaban en una misma danza, y las culturas se abrazaban en una fiesta sonora que se alojaba en mis sentidos. Y sí, desde ese momento se volvió uno de mis discos favoritos. Claro está, a la edad en que escuché el disco por primera vez no entendía mucho aquel asunto, aunque no dejaba de alucinar entre los sonidos del disco y el colorido presente en el arte de la carátula. Años más tarde, una vez que empiezo a investigar más me doy cuenta de la trascendencia de este disco, de su importancia vital y de su vigencia. Por esas y muchas más razones ha sido considerado entre los mejores álbumes de la historia.

Es un disco de mucha alegría, carácter y fuerza, pero a la vez denso y mágico. Cada vez que lo escucho siento que su vigencia cobra más fuerza. Su sonido me envuelve y me invita a seguir creyendo en el poder de la música y en el hecho de que las culturas existen para conocerse, integrarse y abrir nuevos caminos de rica sonoridad. Y sí, esta música está muy bien alojada en mi gusto musical. Aunque es un disco de rock, tiene varios tentáculos que acarician otros géneros como la salsa, el jazz. Abraxas es el segundo álbum de estudio de Santana, el cual se publicó en 1970 para el sello Columbia Records. Y si vamos a los números comerciales,estuvo en el primer lugar de la lista Billboard de 1970. Para este trabajo, la banda estaba formada al igual que en la primera producción por David Brown (bajo), Michael Shrieve (batería), Gregg Rolie (teclados, voz), Mike Carabello (percusión, congas), José «Chepito» Areas (percusión, congas, timbales), y por supuesto Carlos Santana (guitarra, coros). Adicionalmente, participaron Rico Reyes (percusión, voz) y Alberto Gianquinto (piano).

Este disco marcó el inicio de mi admiración por la música de Santana, cuya música me daría una gran sorpresa personal con el pasar de unos cuantos lustros. Era un día 24 de Junio en el Volkspark de la ciudad de Maguncia en Alemania, cuando tuve la oportunidad de ver a Santana en vivo en ocasión de la gira Divination Tour 2018. Llegué temprano, como habitualmente hago a cada cita o compromiso. Iba a disfrutar de uno de mis héroes de la música, eran muchos años esperando este momento. Disfruté un par de cervezas antes de que las puertas fuesen abiertas para ingresar al recinto, mientras tanto hablaba con algunas personas acerca de Santana y de los años de espera y que no había podido asistir a ninguno de sus conciertos en Venezuela. Una vez que las puertas se abrieron, caminé un poco hasta ubicarme frente a la tarima, bien cerca, en lo que en Venezuela llamamos la olla. Pasaron unos 45 minutos hasta que se inició el concierto y, como era de esperarse, la magia dela música de Santana se apodero de aquellas almas que plenamos el Volkspark, fueron más de dos horas de energía, buena música y disfrutar temas como Black Magic Woman, Evil Ways, Oye como va y Toussaint L’Ouverture, entre otros. En uno de esos momentos, saqué mi celular e hice unas cinco fotos, una de las cuales subiría a mi cuenta de Instagram luego del concierto. Fue una noche memorable viendo y disfrutando del talento y magia de una de las leyendas vivas de la música, acompañado por una banda que siempre pone el extra necesario para elevarse hacia cotas nunca antes alcanzadas, uno de esos conciertos que se recuerdan para toda la vida, con muy buena música y unas cuantas cervezas.

Al día siguiente, justo antes de ir a la oficina a trabajar, mientras me tomaba un café, me encontré con una grata e inesperada sorpresa: Ver esa foto publicada vía Repost en la página oficial de Carlos Santana en Instagram, donde se incluían mis créditos como una #FanFoto ¡Una foto mía llegando a tales instancias! ¡No podía creerlo! Realmente es uno de esos honores que nunca esperas y que me llenan de mucha alegría. Ojalá algún día pueda darle las gracias personalmente a Carlos Santana por tanta buena música, por tantas alegrías que nos ha transmitido a través de la cuerdas de su guitarra y, por supuesto, por lo de la foto. También el agradecimiento a mi primo Juan Jiménez, quien me señaló el camino hacia esta música. Sí, Abraxas me abrió el camino hacia estos terrenos donde el rock y lo latino se dan la mano, y aunque el 23.09.2020 este disco cumplirá 50 años, aun sigue vigente en mi gusto personal y en el de mucha gente. No solo de Jazz y Salsa vive Fósforo.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

DISCOS

Vinicius de Moraes en La Fusa con María Creuza y Toquinho. (1970)

La realidad y la fantasía se hacen compañía de manera sutil, prueba inequívoca de que se puede coexistir sin necesidad de estorbar. Allí convergen sueños y realidades, mitos y leyendas, amores y dolores, casi como en cualquier universo que se intente explorar. Así es este universo que ha sido testigo de tantas historias, muchas de ellas expresadas en sonidos y silencios. Sin embargo, cuando se trata de adentrarnos en la música de Brasil, la cosa pasa a otra dimensión. Recuerdo que al dar mis primeros pasos por la música brasileña me preguntaba por dónde empezar. ¿Serían Antonio Carlos Jobim o Heitor Villa-Lobos las primeras referencias a las que debería acudir? ¿O, más bien, entraría por la corriente del Tropicalismo? ¿Que tal si la vía fuese las melodías de Cartola, Pixinguinha o Dorival Caymmi? Quizás yo estaba buscando argumentos o razones que me indicaran por dónde iniciar el recorrido.

Gracias a oportunos y sabios consejos de amigos melómanos, mis primeros pasos en la música de Brasil fueron – menuda coincidencia – a través de un disco de características particulares: Vinicius de Moraes en La Fusa con María Creuza y Toquinho (1970). Muchos años después, tal vez hacia finales de la década del 90, estaba revisando varias secciones de una discotienda en Valencia, Venezuela, y mi vista se fijó en este disco. Nada más al ver los protagonistas de esa obra pensé que el disco sería bueno, tomando en cuenta que para ese entonces mis conocimientos sobre a música de Brasil eran muy escasos. Lo incluí en mi compra de esa tarde sabatina. A los pocos días me reuní con mi amigo y colega Carlos Caldera, un verdadero especialista en las lides brasileñas y a quien siempre consulto cuando tengo alguna duda en relación a Brasil y su música . Con cierta timidez le mostré el disco y me preguntó que dónde lo había comprado ya que el tenía años buscando ese título y no lo había conseguido. Carlos me comentaba que era un disco histórico, fundamental, imprescindible y que lo que tenía en mis manos era una verdadera joya. Tuve eso que llaman «olfato de gol», así como Romario en sus buenos tiempos.

Este disco fue grabado en vivo en Argentina en 1970, año en que Brasil se titulaba Campeón Mundial de Fútbol por tercera vez, donde lo musical destaca por la expresividad vocal de María Creuza, la destreza y virtuosismo de un joven Toquinho en la guitarra y la voz áspera y cálida del poeta Vinicius de Moraes. Sin embargo, este disco contó con la participación de algunos músicos argentinos como Mario “Mojarra” Fernández en el contrabajo, Enrique “Zurdo” Roizner en la batería y Fernando Gelbard junto aChango” Farías Gómez en la percusión y que contó con la producción de Alfredo Radoszynski. Este disco es una muestra muy clara del panorama de la música de Brasil en ese momento, una grabación histórica, un disco que se ha vuelto clásico y que, con el pasar de tiempo, resulta imprescindible en la banda sonora de mis latidos.

Sin embargo, en las notas internas del disco (Agosto de 1970) el poeta Vinicius de Moraes explica muy bien el asunto:

La idea de hacer un LP del show que presenté recientemente en La Fusa (el adorable café concert de Silvina y Coco Pérez) junto a la cantante bahiana Maria Creuza y al guitarrista y compositor paulista Toquinho (Antonio Pecci Filho), encontró respuesta inmediata en la sensibilidad de Alfredo Radoszynski, director del sello Trova. Tratándose de un disco para el gran público y no solamente para una minoría de aficionados, le sugerí a Alfredo que lo grabáramos en el estudio, para evitar las distorsiones comunes en las grabaciones en vivo, donde el artista tiene que estar más atento al público que a los aparatos de reproducción sonora. Así lo hicimos, grabando también el ambiente de La Fusa y el calor de los aplausos que el público porteño nos brindó en nuestros recitales. […] Le pedí entonces a mi amigo Alfredo que invitara a dos excelentes músicos argentinos con los cuales había trabajado en noviembre de 1969 en el teatro Émbassy. Se trataba de Mario Mojarra Fernández y Enrique Zurdo Roizner, quienes cumplieron su labor a la perfección. Fueron dos sesiones nocturnas que finalizaron con las primeras luces del día, totalizando 16 horas de trabajo en un ambiente de bohemia, de gran cordialidad; donde no faltaron los elementos primordiales: botellas de whisky y mujeres bonitas. Registramos nuestro show con aquel mismo espíritu de íntima comunicación e informalidad que nos gusta para transmitir nuestras canciones. El resto se debe a los oídos afinados de técnico de Gerd Baumgartner y los buenos oficios de Mike Ribas, cuya colaboración fraterna agradecemos profundamente.

Vinicius de Moraes, agosto de 1970. Notas internas del disco

Esto me abrió las puertas a un universo musical de características muy especiales: Ritmos intrincados pero extremadamente contagiante, emotividad expresada en cada una de las vertientes que en este disco se daban cita, la característica saudade que marca el estado de ánimo del brasilero, la sensibilidad a la hora de componer y expresar lo escrito, así como un sin fin de razones que, hoy día, sigo intentando describir y que me van a faltar palabras y tiempo para poder hacerlo. De allí en adelante todo ha sido cuestión de abrir muy bien los oídos, de dejarme seducir por la brisa que baja del Corcovado, por las olas que acarician a la mítica Salvador de Bahía, por el acelerado ritmo de vida Paulista, por la magia que se esconde en la selva amazónica, por la forma como un pueblo danza y siente los 4 días dedicados al Rey Momo.

Sigo explorando, ya sin el temor a quedarme extraviado. Si eso llegase a suceder, la Cruz del Sur me guiará para retomar la senda correcta y seguir recorriendo, a golpe de surdo, repinique, caixa, pandeiro y cavaquinho, las diversas rutas de un universo aparte. Razón tenían mis amigos Carlos Caldera y Adriana Pedret cuando me decían que una vez que se traspasa la puerta que conduce al universo musical brasileño, es imposible volver atrás.

Si usted quiere internarse en la música de Brasil, este disco será una apuesta segura hacia el disfrute, un verdadero jogo bonito para el alma.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Kind of Spain – Wolfgang Haffner, ACT 2017

Desde hace muchos años he seguido la trayectoria del baterista alemán Wolfgang Haffner, un músico al cual considero muy técnico en el instrumento, conceptual, sensitivo y versátil, lo cual se puede comprobar en una larga lista de colaboraciones que incluye nombres importantes como Al Jarreau, Albert Mangelsdorff, Pat Metheny, The Brecker Brothers, Till Brönner, Lalo Schifrin, Ivan Lins, Jan Garbarek, Nils Landgren, Mike Stern y WDR Big Band, entre otros. Palabras mayores, sin alguna duda. Además, su discografía como líder de agrupación consta – hasta la fecha – de 23 producciones, todas orientadas hacia el Jazz. Otra de las cosas que me llamó la atención del estilo de Haffner es que siempre está al servicio de la música, siendo un factor de integración, con una fuerte orientación hacia la exploración de nuevas rutas sonoras.

Sin embargo, hoy me concentro en Kind of Spain una producción muy personalista, conceptual, instrospectiva y cargada de buen gusto que Haffner ha realizado en el año 2017 en honor al afecto que siente por la herencia y la cultura española. Lo logrado en esta producción representa una honra a la música, donde la cultura ibérica se da la mano con el Jazz en una atmósfera cálida, intima y con un tratamiento estético que resalta en toda la producción. Decía Haffner en una entrevista acerca de su forma de tocar

«La última cosa en la cual pienso es como voy a acompañar a la canción desde la batería»

lo cual demuestra el respeto por espíritu de cada canción, darle un tratamiento basado en el jazz y vestirla de ritmo de una manera elegante y con buen gusto, sin mayor alarde que ser parte de un todo que signifique hacer arte con el instrumento. Además, para esta producción Haffner ha contado con la participación de Jan Lundgren (piano), Sebastian Studnitzky (trompeta), Daniel Stelter (guitarra), Christopher Dell (vibráfono) y Lars Danielsson (contrabajo), lo cual es otra muestra de los elementos multiculturales que están representados en este disco. España y el Jazz de la mano caminan por el Mediterráneo, recibiendo aires de diversos puntos de Europa. Una referencia en lo que a buen gusto musical se refiere.

La buena fortuna me permitió tener un breve encuentro con Haffner en la primavera de 2017 en la ciudad de Fráncfort del Meno, Alemania, concretamente en la Musikmesse Frankfurt, feria internacional sobre la industria de la música que se realiza en dicha ciudad. Este encuentro fue apenas unos meses antes de la publicación de Kind of Spain. Tuve la oportunidad de hablar con él por unos diez minutos sobre su estilo de tocar la batería y de algunas de sus colaboraciones, sobre todo un concierto donde estuvo junto a Pat Metheny, Nils Landgren, Michael Brecker, Esbjörn Svensson y Lars Danielsson en el Festival Jazz Baltica de 2003. Obviamente, no perdí la oportunidad de registrar el encuentro.

Si usted tiene la oportunidad, regálese unos buenos minutos en compañía de Kind of Spain, su espíritu se lo agradecerá. Es un disco que se ha alojado de manera permanente en mi gusto personal. Gracias a Haffner por esa forma de hacer música con tanta sensibilidad, concepto y conocimiento, integrando diversas culturas en su propuesta musical. Y gracias por Kind of Spain.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Rubén Blades – Maestra Vida (1980)

Era un día sábado, Papá y yo entrábamos a una discotienda del centro de Valencia, eso fue por allá por 1980. Como ya era habitual y es algo que ya lo he dicho en textos anteriores, lo primero que hacía era irme directamente a la sección de salsa a ver qué conseguía. Me puse a revisar y habían discos de Ray Barretto, Johnny Pacheco, Dimensión Latina y un par de discos de Rubén Blades que se llamaban Maestra Vida (Primera y segunda parte). Inmediatamente los tomé y pensé que si Metiendo mano y Siembra me habían gustado mucho, estos dos discos titulados Maestra Vida no serían la excepción. Mostré los discos a Papá y me dijo «Llévalos, te los regalo«, luego de meditarlo unos cuantos segundos. Total, entre Papá y yo siempre existió eso de regalarnos discos.

Al llegar a casa me fui corriendo al viejo equipo de sonido «3 en 1» a disfrutar de mis discos nuevos. Nada como quitarle el celofán al disco y disfrutar del olor a nuevo y descubrir si el disco traía un folleto adicional con las letras. Al abrir los discos, la caratula tipo álbum se desplegaba y tenía en su parte interior las letras, los protagonistas y los créditos de todos los que participaron en el disco, eso ya lo hacía diferente. Y, bueno, eran discos de Blades, y como lo dije anteriormente, teniendo como referencia sus trabajos anteriores, estos deberían ser «un palo«, como decimos nosotros. La música se encargaría de decir el resto.

Apenas empezaba a sonar el disco la experiencia comenzaba a diferenciarse con respecto a los discos anteriores de Blades. Orquesta completa, cuerdas, momentos sonoros, un narrador y los personajes de Quique Quiñones, Rafael Da Silva y Carlitos «Lito» Quiñones. Luego, una historia que se me asemejaba a muchas que pueden suceder en cualquier población de nuestra latinoamérica. De entrada el ambiente era el barrio, un barrio latino, con todo lo que ello implica, sus alegrías y dolores, sus penas y amores, con todas las historias que la cotidianidad escribe a su paso. Y estos discos eran una suerte de película donde el sonido y la música se encargaban de formar las imágenes en mi cerebro, como si nuestra mente fuese una gran pantalla de cine donde Blades escribía una crónica sobre algunas situaciones de la vida y la inevitable llegada de la muerte. Sí, eran discos muy diferentes a lo que ya el panameño nos tenía acostumbrados, pero siempre dentro de los niveles de calidad musical, conceptual y de contenido que han caracterizado sus producciones. Así me aprendí cada una de las canciones y la historia de Manuela y Carmelo, de su juventud, de la llegada del amor y su soledad en la vejez, todo lo que nos enseña esta gran maestra como lo es la vida.

Muchas veces soñé con ver a Rubén Blades junto a una gran orquesta sinfónica haciendo la obra completa, en el mismo espíritu del disco. Fueron 32 años de esperar un encuentro entre Blades y una orquesta capaz de asumir el reto. Y sucedió en Venezuela, un 22 de julio de 2012 en la Base Aérea La Carlota en Caracas, siendo un lujo que la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y la Orquesta Latinocaribeña Simón Bolívar hayan sido las encargadas de la música de Blades, y todos bajo la dirección del maestro Gustavo Dudamel. Increíble, ¿verdad? Recuerdo que apenas supe del evento llamé a mi amigo Rafael “Papino” Rivero – melómano salsero y uno de los hermanos que he encontrado a través de la radio – y le comenté, inmediatamente nos anotamos en el combo que íbamos desde Valencia a presenciar el concierto.

Sí, el concierto fue fabuloso, grande, poderoso, muy emotivo, con una gran demostración del gran nivel y profesionalismo de los músicos venezolanos pertenecientes a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y a la Orquesta Latinocaribeña Simón Bolívar. Luego de 32 años regresé al momento en que abrí los discos en 1980, cuando me enfrenté por vez primera a una obra que considero fundamental para cualquiera que ostente la ciudadanía del Caribe. No hay dudas, Maestra Vida sigue siendo un vehículo para reflexionar ante la vida y sus vaivenes, un vivo retrato de las cosas que pueden suceder en nuestro vecindario, en nuestra casa, en este gran barrio que llamamos El Caribe, en cualquier casa o esquina de latinoamérica.

Valió la pena esperar 32 años para disfrutar del arte hecho letra, música y contenidos, con la magnitud que requiere una obra fundamental y que aun sigue vigente. Ha sido uno de los conciertos más emotivos que he tenido la oportunidad de presenciar, más cuando se trataba de una obra creada por uno de los artistas que más admiro.

Gracias, Rubén. Gracias a la música que me sigue alimentando. Y gracias infinitas a Papá por haberme regalado esos discos.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Beethoven’s V – Markolino Dimond with Frankie Dante. Guest Star – Chivirico ‎

Decir que me gusta la salsa es quedarme corto, en mi caso la salsa va más allá de un gusto personal. Es una música que siento como propia y que vivo día a día, es una parte importante de mi historia. Llegué a la salsa cuando apenas era un niño y desde esa época se ha alojado de manera permanente en mi gusto personal, aunque siempre entra en eterna disputa con el Jazz por la supremacía en mi gusto personal. Sí, la salsa buena siempre ha estado presente en los momentos buenos y en lo que no han sido tan buenos como quisiera. Aunque, más allá de las etiquetas que existen, lo que siempre persigo y valoro es la buena música, y eso es un punto de honor.

La buena música no cree en cuentos, mucho menos en modas, la buena música permanece, trasciende al tiempo, y Beethoven’s V (Cotique, 1975) es una prueba de ello. Aquí se conjugan sabor, elegancia, calle y un gran caudal de sabor. Y más allá de todo eso, es un disco al que siempre acudía cada vez que se presentaba una rumba en tiempos pasados, y hoy se ha vuelto imprescindible entre mis títulos de la salsa, es uno de esos discos que siempre está en mis alforjas. Las razones son muchas. Empecemos por el piano de Markolino Dimond, el cual siempre sonó diferente, poderoso, elegante, derrochando clase en los solos y con una dosis alta de sabor, sin nada que envidiar a otros pianistas del genero. Era un músico autodidacta y poseía un sonido y un sentido del montuno muy particular, bajo la influencia de Eddie Palmieri, Pedro Justiz “Peruchin” o McCoy Tyner. Sí, Markolino corría en otro lote, estaba en ora dimensión como pianista, mezclaba barrio y academia, calle y salón, un pianista realmente único, diferente. Frankie Dante era el otro elemento fundamental en este disco. Un cantante cargado de las mañas y características que provenían de la calle, el cual incorporaba fuertes rasgos de excentricidad y el correspondiente sabor de la esquina y el callejón. Aun con las limitaciones que algunos le atribuyen, era el cantante adecuado para ese disco, un cantante fuera de lo común que combinaba muy bien con las ideas de Markolino Dimond. Sin embargo, la voz de este disco no fue solo de Lenin Francisco Domingo Cerda, nombre de pila de Dante, sino que este disco contó con la participación especial de Chivirico Dávila. Oriundo de Villa Palmeras, Santurce, Puerto Rico, Rafael «Chivirico» Dávila Rosario fue el tercer elemento clave de esta producción. Dávila siempre se movió con soltura como sonero, aunque destacó con clase en la interpretación del bolero y también haciendo coros para diversas producciones de la salsa. La llave vocal estuvo hecha a la medida para desarrollar los temas que conformaron esta producción como Maraquero, ¿Por qué adoré?, Los Rumberos y Sabrosón, enre otros. Y si revisan los créditos, encontrarán nombres muy importantes , no solo dentro del mundo de la salsa.como Nicky Marrero , Pablito Rosario, Frank Malabe, Mike Colazzo, Eddie “Guagua” Rivera, Louis Kahn, Renaldo Jorge, Barry Rogers, Randy Brecker, Lou Soloff, Junior Vazquez, Yayo el Indio, Ismael Quintana y Pete «Conde» Rodríguez.

Beethoven’s V es un disco e culto, imprescindible, fundamental para comprender el fenómeno de la salsa, y sigue siendo uno de mis favoritos por muchas mas razones que las que he expuesto en estas líneas. Así que no crea en cuentos y regálese una buena ración de buena salsa brava para aderezar los latidos de la vida. Este disco es una de las razones de peso para afirmar que por mis venas lo que corre es salsa.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.

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Noite de Morabeza – Boy Gé Mendes (1999 – Lusafrica)

Hace algunos años, tal vez entre 1999-2000, me encontraba hablando con algunos colegas de la radio y uno de los temas de conversación era la música de Cabo Verde y sus géneros como el batuque, el kolá y pilón, el funaná, la morna y la coladeira, entre otros. Así fuimos descubriendo a exponentes como Cesária Evora (para quien debo unas líneas aparte en posteriores entregas), Tito París, Ildo Lobo, Luis Morais, Mario Lucio y Jorge Humberto, entre otros. Sin embargo, entre todos los artistas que íbamos descubriendo surgió un nombre cuya música destacaba por encima del resto, se trataba de Boy Gé Mendes , específicamente con su producción Noite de Morabeza, una producción del año 1999 hecha para el sello Lusafrica.

Nacido en Dakar, Senegal en 1952, Gérard Mendes trasladó su trabajo musical hacia Cabo Verde, siendo conocido como Boy Gé Mendes, quien ha sido una de las figuras más prominentes que han emergido de ese rincón del planeta. Sin embargo, fue a partir de 1977 cuando se trasladó a París y se dió a conocer en la capital francesa junto a su hermano Jean-Claude, y los músicos Luis Silva y Emmanuel «Manu» Lima, formaron un grupo totalmente caboverdiano, el cual llamaron The Cabo Verde Show, que se convirtió en el grupo más representativo de la comunidad exiliada en Francia y Holanda. Con los años, Mendes se lanzaría como solista con producciones como Grito De Bo Fidje (1989) Sururu (1995), Di oro (1996), Lagoa (1997) y Noite de Morabeza (1999).

En mi opinión, Noite de morabeza es uno de sus trabajos más sólidos y que muestra con amplitud la versatilidad de Mendes. A partir de los primeros compases comienza el viaje nostálgico, delicado y sentimental por el alma y el sentimiento caboverdiano. En este disco conviven las mornas naturales de Cabo Verde, el fado portugués, la influencia notoria de la música de Brasil, las raíces senegalesas expresadas en el tambor y la cadencia rítmica así como aromas provenientes de otros lugares del planeta. Nada sobra y nada falta en esta producción hecha para mostrarnos la profundidad, seriedad y la delicadeza con que Boy Gé Mendes ha encarado este disco. Aparte mención merece su voz cálida, dulce y melancólica, la cual nos transmite toda la “sodade” y el sentimiento y el alma del pequeño archipiélago. El espíritu caboverdiano (valga el término) llegaba para hacerse presente, para demostrar que las islas no solo sirvieron, en tiempos ancestrales, para refugio de piratas, mercaderes o navíos que surcaban el océano. Esta producción nos crea un ambiente lleno de diversos matices que nos invitan a pasearnos por algunos de sus paisajes, por su cultura y por esos sonidos que durante tantos años han hecho morada en ese lugar. Allí está una música, un sentimiento, un trabajo creador hecho para mostrar parte de la riqueza musical de un archipiélago de origen volcánico ubicado en aguas del atlántico en la costa noroeste de África.

Diversas culturas hacen vida en esta música, es por ello que se aprecian influencias portuguesas, africanas, brasileñas y antillanas, lo cual nos da a entender la amplitud de un creador que apuesta por tender puentes y borrar fronteras. De igual manera la participación de músicos provenientes de diversas latitudes como Mario Canonge, Thierry y Jean-Philippe Fanfant, Xavier Dessandre, Alan Hoist, Bago y Ravi Magnifique, entre otros.

Es uno de mis discos favoritos, siempre me acompaña.

Mientras tanto sigo aquí, sentado sobre una corchea.